Dobao, Voluntad de Ser
Aquel chiquillo valdeorrés de la difícil postguerra civil quería, nada menos, que ser artista. Y no contaba con más medios que su decidida voluntad, núcleo inamovible de su exterior tímido y callado.
Contó, sí, con el apoyo de una distinguida dama que le facilitó los primeros materiales. Pretendía, nada menos, que dominar la forma; expresar en volúmenes, en perfiles y oquedades, sus ideas, que bullían en su mente a borbotones. Anduvo por el mundo, y aceptó en silencio, con mil renuncias excepto aquélla de la meta que se había trazado, cualquier obstáculo a superar. Acaso no sabía quién era Nietzsche, pero sí que el hombre se mide por su capacidad de soledad.
Y logró su objetivo. Aquí está, en su ámbito natal, el resultado de su talante, tras repartirlo en obra pública multiforme en Vigo, en Marín, en Poio, en tantos otros lugares de la geografía gallega.
La idea se perenniza en bronce, en acero, en madera. Es airosa la línea, que se ondula; es arista y perfil incitante, o es sorpresa abstractiva, conceptual, respuesta a un mundo personal, al mundo todo, en obras escultóricas testimonio del convulso tiempo que vivimos. Desde el reto de esa incitación hasta la ensoñación lírica que pide la contemplación morosa y la caricia física, porque Dobao es, al fin, un lírico que se expresa en triple dimensión, incorporando el aire a sus esculturas.
Debía el artista esta exposición a sus paisanos, y los valdeorreses debían conocer a su escultor, hondo, sincero, múltiple y sugerente. Por eso, esta exposición es una fiesta, estética y comunicadora, surgida de su parco verbo, de su talento plástico y de su honesto, entrañable carácter. Así, es profeta en su tierra, constantemente evocada por él en el Vigo rural donde vive y trabaja.