Crítica
LA PINTURA ROMÁNTICA DE CORÍN DIEGO
Sus obras al óleo poseen un toque romántico con influencias de la mitología, interpretada de una manera muy original, y las leyendas artúricas, que nos evocan la temática prerrafaelista. Su paleta mezcla las gamas cálidas, con preferencia de tonos rosados en vestidos y cuerpos, con las gamas frías, que reserva para sus bosques, lagos y riachuelos. La figura femenina es siempre la protagonista. Su dibujo es firme y preciso.
Paloma Herrero Antón, catedrática e académica correspondente de Belas Artes de San Fernando.
Corín Diego Cervera, o la pintora de dulce ingenuidad que nos hace gozar, con cada una de sus nuevas piezas, embellecidas no tan solo por su buen hacer, sino por la carga de ternura y nostalgia que arranca en cada trazo para darle vida ante nuestros ojos, cultiva una pintura altamente poética.
Carlos Barcón Collazo, académico correspondente de Belas Artes de Galicia.
CORÍN DIEGO, EL SUEÑO DE LA AURORA EN LAS ONDAS DEL DESTINO
Arrastrar el alba dentro del carro de las estrellas con el hada de las cumbres absorta en el destino despliegue de los arrullos del pensamiento. Alas para el incierto ser, cuando todo nos abandona en el vestigio de la noche, brusca tormenta y tibio amanecer en las luces del prerrafaelismo, es, Corín Diego una pintora del suave atardecer en técnica proyectada hacia los cielos enmarañados por la arboleda perdida de los poetas. Corín Diego se manifiesta en el vuelo nítido de las hadas, en el fluctuar de los pensamientos que acaecen después del desayuno con diamantes de una cinematografía cromática y firme lanzada a la superficie surreal de los imperios de las mujeres árbol. (Donde anidan bajo las colinas de Inglaterra el habitad de las ninfas). Se pierde el contacto en la lluvia de Galicia en las brujas aparecidas en el alma de la región remota de los sueños, entre las madreselvas y su perfume iridiscente llamando al fuego, al aire, al agua, invocando a la bruma que baja desde la altura, para una piedra labrada por el pensamiento del hombre.
Corín Diego, lleva un alma de manantial sobre las manos, resume en su boca los rosales de la esperanza y en su palabra iluminan los restos del verbo de los pájaros. Técnica traslúcida, de mano firme y a la vez aérea, nos conduce a un mundo onírico, resultado de las esperanzas, serenamente aguardando sin tiempo, en un pazo, el paso del mendigo que sabe de la vida.
Pintora de las formas de mujer de carnes de niebla, atardecer en la mañana de la vida o en la noche pura de los búhos. Hojas de un otoño encadenado a la voz de la tierra gallega, a su sal, a su mar, a sus profundas olas partiendo la tierra en rías (la ondina de los lagos se enlaza con la mar y se pierde en el abismo). Pintar, digo, pintar como soñar, tal vez dormir, tal vez jugar con la risa de las vírgenes aquellas que ilustran los libros de antaño y reciben a las almas y las devuelven limpias a los cuerpos, esos cuerpos que sin mover los labios nos invitan a una jerga mágica.
Javier de la Rosa Hernández Abrante, Crítico de arte y poeta.