Crítica
A fonte quente, una alegoría de la ciudad
Desde hace poco más de un mes, la ciudad de Ourense cuenta con un nuevo elemento a medio camino entre la obra de arte y el mobiliario urbano. Es el monumento denominado “Fonte quente”, obra de Luis González-Xesta, quien después de llevar a cabo durante años una actividad creativa relacionada con el mundo de la cerámica figurativa, en el año 1998 decide dar un giro radical en su trabajo y comienza a diseñar mobiliario urbano y otros, como la construcción de maquetas a escala, basándose en un concepto de simbología básica y sencillez de líneas con un estilo muy persoal. Esta es la forma cómo lo describe, en su génesis, el autor.
Tomando como referencia el manantial de las aguas termales de “As Burgas”, la idea de la “Fonte Quente” fue desarrollada intentando conseguir un proyecto simple en sus formas pero rico en su simbolismo.
La fuente de As Burgas queda representada como una esfera de cobre de la que, reposadamente, mana el agua que baña e inunda toda la ciudad, simbolizada por bloques prismáticos de piedra granítica, de muy diversos tamaños, que se extienden por su alrededor, situados en tres niveles de terrazas por las que discurre el agua.
A su vez, el manantial, es decir, la esfera, está cubierto por un paraguas de acero inoxidable que encierra una doble simbología, es decir, por un lado recuerda la capa de nubes que cubre la ciudad, especialmente durante los días grises del otoño y del invierno, y por otro la propia masa de vapor de agua que se desprende de la fuente de As Burgas y que en la representación conseguida se ve acrecentada por la propia masa de agua pulverizada, que se asemeja al vapor producido por el agua de As Burgas, al chocar aquella con el manto superior de acero inoxidable.
Las terrazas sobre las que se asienta la ciudad se representan por losas de pizarra de distintas formas y tamaños, rematando el conjunto con una iluminación de ocho proyectores apuntados directamente a la esfera, que al ver cortados sus haces de luz por los bloques graníticos y la masa de agua pulverizada, posibilitan un rico conjunto de luces y sombras que lo hacen especialmente bello con la nocturnidad de la ciudad.
Hay que destacar que la idea originaria, dada la simbología que se pretendía conseguir, consistía en elaborar la fuente con agua caliente procedente de la propia fuente de As Burgas que pasa por la zona, camino de la piscina cubierta del pabellón, si bien las dificultades técnicas para la canalización del agua hicieron inviable el proyecto.
En resumen, As Burgas (la bola de cobre), las nubes (la cúpula de acero), los edificios de la ciudad (los bloques de granito) con diferentes alturas y tamaños, y el asfalto (las terrazas de pizarra), dan forma a un conjunto bañado por aguas termales que surgen entre el manantial y las nubes, y que mueren en un río (el canal de desagüe) tras recorrer la urbe, en una auténtica alegoría de la ciudad.
Luis González Xesta