Crítica
LEONARDO VIDAL, BELLEZA CLÁSICA
Dan ganas de subirse a la bicicleta del cuadro y pedalear la exposición entera por reencontrarse con rincones, enseres… entrañables, antiguos, que no viejos; he ahí la magia de Leonardo Vidal Rodríguez. La propuesta es un viaje hacia la perfección del artista minucioso que consigue lo que ha concebido, ajeno a las modas, a lo que se llevó, a lo que se lleva. Y uno se atreve a decir que a lo que se llevará.
La pintura como arte que busca y logra se justifica en la vanguardia, o se detiene en la historia, se fija y se decanta según el sabio entender del autor que mira hacia delante, conocedor de la actualidad y de lo que hayan sido la tabla, el lienzo, el fresco, el minimal…
Con el bagaje del que aprehende, Leonardo se ha quedado con su estilo, que es el de pocos, dedicado a la recreación de interiores, donde mima el objeto entrañable, cortinas y mobiliario en su atmósfera de tiempo atrás, del tiempo que nos remonta a su propio tiempo; del tiempo que entusiasma al artista y del tiempo que encandila al espectador.
Hay noticia de que Leonardo, en fecha memorable, vendió toda la colección el mismo día de apertura de la sala. Y hay noticia de que Leonardo se cotiza caro. Según se mire, porque Leonardo es prestigio que viene de oficio al que coadyuva el empeño.
Si asoma el mejor Urbano Lugrís, pues qué bien, bien que Leonardo no se preste al cotejo ni al parangón de unos y otros porque, entre artistas, resulta un barullo de estrellas rutilantes, todas ellas, muy al decir propio.
Iglesias Viqueira, Faro de Vigo.
Leonardo está dentro de la linea hiperrealista y su pintura se emparenta con las firmas tan prestigiosas de Naranjo o Cristóbal Toral… Y con materia delgada, con pincelada insistida y paleta carente de estridencias, Leonardo consigue una obra uniforme, atractiva, sincera y verdadera…
Francisco de Pablos, crítico de Arte.