Maribel Cabana y la inspiración onírica
La acuarela constituye sin lugar a dudas la mejor manera escenográfica para representar nuestros sueños. Siempre he imaginado que éstos se manifestaban en forma de fantásticas acuarelas. Paisajes con encanto y encantados, colores suaves, vaporosos y aguados que envuelven mis más placenteros momentos de relax; contornos circundantes, nebulosos, captaciones presenciales de insólitas atmósferas de ensoñación, de apacibles deseos y armónicos contrastes. Las acuarelas son fáciles de apreciar, de enjuiciar, de comprometernos con las sensaciones que despiertan o adormecen, según se mire. En cualquier caso, esas percepciones permiten apostar sobre si lo vivido en el sueño fue bueno o malo.
Con un dominio depurado del medio acuoso, de la pincelada suelta, fluida y transparente, de composiciones abiertas y luminosas, la artista lucense representa escenas de una realidad explícita, promulgando las lindes de un mundo palpable que pretende expresar como propio axioma. Su propuesta paisajística: montañas, ríos, puentes, caserones, lugares intemporales, también sus bodegones, son muestra de su ingenio. Todo a su alrededor se manifiesta como fiel reflejo de un modelo real aparentemente preestablecido, pero tamizado por la interpretación que de él hace la artista, ya que tiene siempre presente lo que le inspiran sus sueños.
Los colores que emplea son relajantes, parece correr el agua en esos verdes transparentes; nos invita a descansar apaciblemente en medio de la naturaleza representada entre sombras veladas; entre azules, morados, ocres, que definen los términos del dibujo. Pincelada fresca, encuadres de gran belleza efectista, simplicidad en el uso de las manchas de color, laconismo en su planteamiento cromático. Poco hay que decir, tan sólo sentir. Dejarse sentir. Despertar los sentidos adormecidos. Es el encuentro de la creadora con la representación magistral que erige su conciencia. Una vez más silencio.
Sus acuarelas muestran con humildad la búsqueda de una virtud que se perfecciona y actualiza con el transcurso del tiempo. Por el contrario, la voluntad de su inspiración, la esencia de su propuesta pictórica permanece intacta en cada uno de sus cuadros. Su imaginación, ahora como estímulo clarividente de un mundo más apacible y añorado en sus recuerdos, conquista su estado de vigilia para constituir una poderosa razón que justifique su trabajo, es ahí donde su pasión por pintar convierte en realidad sus sueños.