Nitodavila
El tema central de su obra refleja su interés por plasmar la estética natural del ser humano abordada tanto desde una presencia abrumadora del cuerpo (el fondo, al igual que cualquier otro elemento dispersador, desaparece forzando al espectador al mismo enfrentamiento directo que él sostiene con el modelo durante la realización del cuadro), como evocándolo por medio de bodegones donde objetos casuales aparecen mostrando las marcas del uso diario (desgaste, roturas, suciedad...), huella inequívoca de la presencia del ser.
Metodológicamente, el lienzo a la manera de retal arrugado (pues huye del bastidor) así como una paleta compuesta básicamente por los petróleos, los rojos y los blancos, contribuyen, a través de una pincelada que evoluciona hacia la densidad, a fijar una cabeza, un busto, un cuerpo o un objeto con la intensidad de un retrato en todo momento. En un proceso aditivo, los cambios que naturalmente se dan en cada sesión de trabajo (expresiones y postura del modelo, incidencia de la luz o punto de vista) quedan reflejados en la tela enriqueciendo una imagen que huye de lo hierático, dejando como resultado una especie de precipitado de todo el proceso que trasciende al instante y a la anécdota.
Trabajador duro y silencioso con una producción corta, ha sido definido por la crítica como independiente, culto, reflexivo, ajeno al debate plástico actual (que no a la plástica actual, ya que sus presupuestos parten de un cierto minimalismo heterodoxo); excepcional dibujante, pintor para quien una arruga, un lunar o una cicatriz son insoslayables (añaden emoción al retrato). Sus modelos son gente de su círculo (amigos, amantes, familiares... y él mismo) y en su terreno, que no es otro que el taller donde trabaja.