La obra de Nitodavila
La obra de Nitodavila se inscribe dentro de esta actitud hacia la pintura y la carne. La sinceridad brutal de las miradas, la rotunda imperfección de los cuerpos, carente tanto de exhibicionismo narcisista como de falsos pudores, la fusión metafórica de la rugosidad de las texturas del soporte pictórico y la térrea superficie de la piel, la insobornable voluntad de mirar a los cuerpos en su más desnuda presencia, cuya epifanía los carga sin embargo de un intenso sentido poético, la conversión de las imágenes en soportes despojados de retórica que son sin embargo textos biográficos que condensan, exhiben y expresan la intensa vida que los soporta y consume, la frontalidad y estatismo en la que el instante y la intemporalidad se fusionan, son algunos de los rasgos que confieren a la pintura de nitodavila su condición de metalenguaje, de pintura que al tiempo que escribe la realidad, traza sobre el lienzo los signos en los que se cifra el sentido de la creación pictórica como desvelamiento de aquella dimensión de lo real que, a fuerza de tenerla delante de los ojos pasa desapercibida, y que sólo la pintura es capaz de revelarnos en su cruda y directa realidad, descarnadamente carnal.