El antropólogo del Noroeste
Normalmente, los artistas plásticos, cuando van desarrollando una obra, no se formulan preguntas históricas, ni exponen teorías filosófocas en sus cuadros, aunque estén implícitas subrepticiamente de manera objetiva, y menos tratan de descifrar los enigmas que nos llegan desde los tiempos en que fue perseguida la inocencia, sino que pintan sin mayores pretensiones, ya que lo único que desean es ofrecernos un mensaje plástico acotable.
El caso de Mariano de Souza es bien distinto. Lleva casi una década pertrechándose de conocimientos sobre el Camino de Santiago, su iconografía, sus amplísimas trayectorias, pero estas investigaciones antropológicas no le distraen del oficio de crear, aunque cada vez se inmiscuya más en el laberinto histórico y cultural de las raíces de esta senda de peregrinos, reconozca el alfabeto de petroglífos que cuentan con una edad porvecta, más de cuatro mil años antes de Cristo y dos mil de la Cristiandad suman en su partida de nacimiento y una simbología surcada de significaciones.
Este pintor, que además bucea entre los símbolos de las órdenes militares y religiosas, ofrece como talismán los arcos, el cuadro mágico, las cruces, los peces que palpitan entre las manos de los peregrinos antes de convertirse en su alimento, los grabados lapizarais, las formas de la denominada "pata de la oca" y sus posteriores enmiendas, los círculos concéntricos, y los diversos personajes que ocupan los caminos hasta llegar a la tumba del Apóstol, ejemplificados en una extraordinaria novela del leonés Jesús Torbado titulada "El Peregrino", galardonada con el Ateneo de Sevilla de 1993.
Los personajes de Torbado, y los que poblarán los cuadros futuros Mariano de Souza (existen unos bocetos preparatorios enjundiosos), nos descubren que el Camino de Santiago no es solamente una senda de santidad, sino que en ese dilatado territorio, coexiste una senda de santidad, sino que en ese dilatado territorio, coexisten la mística y la sexualidad, las crueldades incontables y los viajeros piadosos, monjes y pícaros, guerreros y aventureros, médicos y campesinos, porque la nómina multisecular ha sido tan amplia como dispar.
Y básicamente el misterio y el mito, y lo que podríamos denominar, por lo que respecta a su paleta el cromatismo del noroeste, los grises del alam, los ocres desvaídos, los tierra clarísimos, una puesta en escena donde las veladuras y el rayado del soporte provoca una visión casi fantasmal de estos seres que vienen de la luz sin distancia, y que traen con sus símbolos el ofrecimiento en sombra de todos los enigmas.