Crítica
Gabriela Fole ¿Artista naïf o artista instintiva?
A los artistas naïfs, se dos denomina de forma peyorativa como pintores de domingos. Concretamente son más bien ingenuos modernos, instintivos o autodidactas que echan a volar su imaginación frente a la tela sin tomar en cuenta conceptos tan básicos para el arte convencional como lo son las nociones de perspectivas, proporciones, unidad cromática, equilibrio o claroscuros.
Este estilo fue valorado por primera vez después de la segunda Guerra Mundial, quizá porque la gente estaba agobiada ante los horrores bélicos y se encontraba perpleja ante el alambicado arte abstracto. Los ingenuos, en cambio, ofrecían una pintura fresca, colorida e incontaminada. No se trata de pintores sin sensibilidad o desinteresados por lo que les rodea sino de creadores que interpretan el mundo de otra manera: sin tanto dolor, ni tenebrismo, ni problemas existenciales. No quieren molestar a nadie, ni pretenden con su arte inquietar. Muy por el contrario, en su mayoría interpretan la realidad en una forma optimista, alegre e idealizada. Como si miraran a través de los ojos de niños.
Las obras son de Gabriela Fole, aunque no lo parezcan, son testigos de un mundo ilustrado exuberante, colorido, con escenas exóticas simplificadas y fantásticas. Y heredera por completo de la tradición de los “ingenuos” del arte naïf. A veces en sus obras, el candor se comparte con paisajes con proporciones irreales, embellecido de flores enormes, de soles rojos, de animales simpáticos o salvajes, un mundo salido de un sueño fascinante.
Porque Gabriela Fole en ella guarda una parte de misterio, autodidacta, convertida en pintora más tarde, produce una obra desplazada. Hablamos de sueño despierto, de imaginación creativa y, además como lo formuló muy bien André Breton para el arte naïf, de realismo mágico.
Ha sacado lo esencial de sus figuras de las imágenes populares de Galicia, de las postales, de los periódicos ilustrados, de las imágenes de campo de su infancia, pero también de las imágenes contemporáneas de su tiempo. Pero al final quien es Gabriela Fole? Ciudadana con ganas de escaparse de su realidad? Amateur naïf con una imaginación desbordante? Fole es en definitiva inclasificable. Obviamente, como influencias de su obra, se habla de Douanier Rousseau, Séraphine de Senlis, Vivin, Bombois y de Bauchant. Pero Gabriela Fole ha aportado con su trabajo la noción de intuición, que a veces el academicismo prohíbe. Con ella, una vía se abre, la del primitivismo. Un nuevo enfoque del color, un nuevo enfoque del dibujo, del espacio, en resumen, un nuevo enfoque del dibujo, del espacio, en resumen, un nuevo enfoque de la estética plástica. Un nuevo enfoque adoptado por su autor mismo. Las principales características de su arte son los contornos definidos con mucha precisión, falta de perspectiva, sensación volumétrica conseguida por medio de un extraordinario colorido, pintura detallista y minuciosa y gran potencia expresiva, aunque el dibujo puede ser incorrecto.
Lo que hay de claro y no es necesariamente lo más obvio, es que Fole controla su talento. En el sentido que tiene conciencia de su fuerza. Su asombrada capacidad en desviar los temas de sus pinturas se entrechocan suavemente con una sensación de realidad y una indefinible impresión de alucinación. En este juego de formas y colores, el sueño está directamente incluido sobre lo real, sin proporciones, ni perspectivas, produciendo un efecto de color plano intrigado.
La pintura de Fole, al igual que toda la pintura naïf, se caracteriza por una ausencia de perspectivas, una pintura con colores planos y ausencia de luz. Sin embargo, a parte de estas características técnicas, hay esta relación particular que tiene Gabriela Fole con las imágenes. Fole no pinta un modelo pero sí la idea que tiene de este asunto. De hecho esta relación plástica del arte naïf fue nueva dentro del arte contemporáneo porque toda la idea de representatividad era modificada. En este sentido el arte naïf fue revolucionario.
Su particular idea de concebir el arte, no como algo reflexivo y trascendente, sino como reflejo de la tranquilidad y despreocupación interior, ha hecho que sus obras muestren como rasgo, principal el ambiente completamente sereno y despreocupado que otorgan a la existencia. Sus obras son valoradas como las únicas formas artísticas íntegras, ajenas a cualquier tipo de contaminación externa.
La esencia y el carácter del arte naïf de Fole brotan en el campo anímico de la inocencia y la sencillez. Si Gabriela Fole renunciase a ellas, pondría en peligro el clima específico de su arte. A lo largo de años o decenios de actividad artística, aquel perfecciona su técnica y puede moverse con más libertad en la materia de su composición. En cambio, si su sensibilidad y receptividad disminuyen, si empieza a repetirse y se pasa a la producción en serie, puede suceder que pierda en ingenuidad y en espontaneidad imaginativa… Cosas que dudo que pasen a Gabriela Fole, su intuición seguirá guiándola y protegiéndola dentro de su propio arte.
Delphine Delas
“Gabriela nos ofrece unas composiciones ajenas a cualquier referencia, de simpático e ingenuo grafismo y placentera coloración”.
(…) “Posiblemente la realidad no le complazca del todo y por ello nos la ofrece como desea que fuera; no pinta la realidad, pinta lo que ella quisiera que fuera la realidad”.
Lorenzo García-Diego Pérez, marchante de arte.
LA PINTURA DE GABRIELA
Cuando el recordado Chumy Chúmez presentaba su libro Madrid con gafas naïf nos informó de que la gracia naïf era aquella inspirada en la verdad, en la naturaleza. Yo seguí el consejo de mi otrora contertulio del madrileño Café Comercial de consultar mucho los diccionarios y comprobé que naïf, palabra de origen árabe, denominaba también a cierta piedra preciosa de excelente calidad.
Como en la Naturaleza no existe, que yo sepa, el vacío los pintores naïf llenan su lienzo de colores y figuras.
Decía Chumy, siempre humorístico, siempre niño: “No hay un sólo rincón de sus cuadros que no tenga una flor, un pato, un niño, una cuñada… Es como si nos estuvieran hablando como cuando éramos niños”.
Los primeros pintores naïf son entrañables –Gabriela parece haberlo heredado de su tío don Ánxel, también contertulio/maestro mío en el antiguo Castroverde)-, generalmente autodidactas, ingenuos (que no simples) y muy imaginativos. ¿Imaginativos, cuando pintan la naturaleza? Si, porque esa naturaleza puede estar a miles de kilómetros, o incluso no existir más que en su mente.
A mi, indocto, siempre me ha parecido que la pintura naïf me contaba alguna historia, pequeña (la intrahistoria de don Miguel de Unamuno) o grande, como los viejos cronicones del mundo, como los génesis venerables.
Gabriela Fole trabaja mucho con los colores y piensa demoradamente las figuras para contar la historia en redor de su cuerpo y de su intelecto. Para que el espectador no se distraiga de la narración plástica relega los marcos a la elemental sencillez de soporte que les debe ser propia: el lienzo o el metal que sirven de base a sus acrílicos, y que acomete sin bocetos previos, no quieren tener más voz que la pintura.
Yo le dije una vez a Gabriela que sus cuadros me daban calor en el corazón, sobre todo desde que ví en ellos a Lady Godiva pasear, en troques del Londres brumoso y soturno, por la floresta festoneada de naranjos. O a los fantasmas de mis mayores, traviesos, divirtiéndose entre las pallozas de la montaña que cantó Novoneyra. Y, como no sé pintar, le doy las gracias.
Gerardo Pardo de Vera
LA PINTURA DE LA ALEGRÍA
Se ha tomado siempre al francés Henri Rosseau (no confundirlo con el filósofo de igual nombre), de profesión aduanero (Le douanier), sobrenombre que se le dio por ser empleado de la aduana francesa, y que en sus horas libres se dedicaba a pintar, siendo pionero de este estilo pictórico, es, pues, un autodidacta, como lo serán posteriormente la mayoría de sus seguidores.
En 1848 se creó en París un “Salón Libre” (es decir, sin jurado) y con posterioridad en 1863 el “Salón de Artistas Rechazados”, que dio entrada a los llamados “Naif”, que fueron conocidos también con los nombres de “Nuevos Primitivistas”, “Ingenuistas” y el despectivo de “Pintores Domingueros”.
Más tarde, ya en el siglo XX, apoyados por escritores, pintores y galeristas, entre los que podríamos citar a Apollinaire, Picasso y Vollard, este estilo pictórico empezó a conocerse y valorarse.
Sus principales características son:
- La desbordada imaginación de estos artistas, don natural que nunca podrá adquirirse (el mejor de los pintores, si la naturaleza no lo dotase de este don, nunca podría ser un buen artista en este estilo).
- La espontaneidad, simplicidad, sinceridad e ingenuidad en sus composiciones (lo que hace que muchos observadores consideren esta pintura una pintura infantil)
- El colorido, empleando desde los colores puros hasta los mezclados en mil matices diferentes.
- Hay en todos ellos un terror a los espacios vacíos, llenando todo el lienzo de la representación de algo, ya sea natural o fantástico.
- La alegría en sus temas (muy raramente plasman en sus cuadros un dolor o una tragedia)
- Sus lienzos carecen de perspectivas o esta es escasa (es una pintura plana), así por ejemplo podemos ver pintados, en idéntico plano, junto a una vaca de reducidas dimensiones una gran mariposa.
En España este estilo penetró muy tardiamente (avanzado ya el tercer tercio del pasado siglo) incluso en algunas regiones, ej. Galicia, aún dándose la circunstancia de que en su nación vecina, Portugal, el arte Naïf está muy desarrollado, siendo comprendido y valorado, los gallegos, en su mayoría, no lo conocen y consecuentemente no lo valoran.
Terminaré diciendo, a manera de corolario: si usted, mirando un lienzo, siente que la alegría lo invade, no tenga la menor duda, usted está contemplando un cuadro Naïf.