Crítica
Roberto González, el deseo de pintar
Ha llenado la Sala El Paso del Centro Municipal de las Artes de cuadros y en ese afán por copar el espacio late el mismo interés que en su trabajo cotidiano: crear/ pintar/ dibujar/ soñar/ relatar su mundo. Y para ello, una de sus maneras de entender el trabajo, ese trabajo que ocupa toda su vida, es ofrecer información: de su quehacer diario, de sus idas y venidas, de sus pensamientos y, siguiendo una de sus pulsiones esenciales, de sus afectos y sentimientos. Él quiere explicar su mundo, como en un ansia de que el público sepa de él. En sus cuadros sitúa a sus amigos, a su familia, cuenta las historias que le interesan, las historias del gran mundo y también del mundo cotidiano que le rodea. En su casa/ estudio de Madrid, ese “Arriaza” firme y recurrente de sus obras, se ha construido un espacio a la medida de su propio estilo y, quizá para compatibilizar al máximo sus dos estancias vitales (el verano vive en Edimburgo, Escocia), el salón de su casa madrileña está presidido por un cuadro que recoge la maravillosa vista de la colina que se aprecia desde la terraza escocesa.
La suya con la pintura es una historia del deseo, que, en definitiva, es lo que nos mueve a todos en la vida y quizá por ese aliento tan potente con el que nacen sus cuadros, no tiene reparo en conocer sentimientos y opiniones que nacen de la libertad de la mirada del espectador. Porque él, con su obra, elabora, cada día, su propia memoria: cada pincelada, cada fotografía, está relacionada con su vida. Enseguida, en el año setenta y siete, salió de España rumbo a Escocia y se quedó a vivir allí. Tiene un sistema organizado de vida, “sistemático”, que dice él: se levanta a las seis de la mañana y se pone a trabajar y, en las maratonianas jornadas no queda hueco para la superficialidad y banalidad, ingredientes al uso de la vida contemporánea. Y, entre lo que no comparte, los aires de la moda, la tiranía del mercado del arte y el miedo a llamar a las cosas por su nombre. La realidad, lo políticamente incorrecto ocupa espacio en sus cuadros para narrar y narrar historias que sitúa con perfiles a la baja o en alza, según lo que va cayendo en el mundo y la posición que él adopta.
En su afán por agrandar la memoria, en el salón de su casa un jarrón contiene, a modo de cápsula del tiempo, lo esencial de su vida, los recuerdos, los significantes irrenunciables. Entre ellos, el papel escaso, reducido, escrito a mano, que descubrió en el bolso de Gloria Fernández, su tía, una vez fallecida: “Renunciar a la esperanza es como un suicidio espiritual”. Él recogió la frase, la pintó en la pared de su casa y luego la llevó a uno de sus cuadros en ese afán por buscar la permanencia en la construcción de la memoria, también colectiva.
Usted, que no renuncia a nada, está también presente en Internet, con una página en la que anuncia un prometedor viaje a insospechados lugares.
Si, enseguida me di cuenta de que desde cualquier lugar del mundo se podían ver mis cuadros, pero sin ninguna referencia sobre el autor. Y me pareció que podía aportar datos sobre mi, sobre el libro que leo, la música que escucho, lo que siento, mis recuerdos, los sueños… Se trata de ofrecer datos sobre todo el mundo que rodea la obra del artista, sobre la situación actual, la coyuntura política… Porque la pintura, la escultura, son un medio de expresión.
Habla en sus cuadros de la vida, lo cual significa un compromiso con el mundo.
Si, me interesa todo, los cuadros repletos y los vacíos, lo que sucede en esos huecos, me interesa analizar como la intolerancia invade el mundo y lo que sucede en ese período de tiempo, en el que la intolerancia de la religión, de los nacionalismos, ha arrasado y, como se ve en uno de mis cuadros, hay cabezas cortadas y un fuego que lo ha invadido todo. Mis preocupaciones conforman un amplio universo y también me interesa hablar de las apariencias en el mundo, en las relaciones sociales, en la familia… Lo que me interesa es el problema del tiempo, que es inexorable y cuya consecuencia es la muerte. Las relaciones humanas también me interesan mucho, la amistad, el cariño, cuestiones que yo creo que son universales y básicas que le afectan a todo el mundo.
Además, usted se sale enseguida de cualquier marco estrecho en el que se le quiera incluir.
Muchas veces se dice de mí que soy un pintor realista, puede ser. A mí, lo que me gusta es pintar y no soy de los que piensan que el artista tiene que sufrir, por eso no repaso las obras hasta que parecen una fotografía. Yo hablo de lo que me apetece y creo que no se me puede encasillar, entre otras cosas, porque no estoy metido en ningún tipo de modas.
Su pintura es su vida y convive con ella en su espacio cotidiano, tejiendo un hilo de afectos, deseos, sentimientos que aportan pistas sobre su comprensión de la vida humana.
Para mi lo importante es trabajar. Yo no concibo la vida contemplativa, creo que solo llegaré a ella con la muerte. Yo comencé a pintar de pequeño, en mi ciudad, Monforte de Lemos y siempre encontré apoyo, tanto en mi madre, como en mi padre y una hermana de mi madre, que me alentaba y me hacía saber de su vida de pintora, de sus libros y de sus viajes. Desde que recuerdo mi mundo es el trabajo y la pintura como vía de expresión. Ahora estoy trabajando en fotografía, que realmente me proporciona la inmediatez, pero lo que de verdad me atraen son los distintos medios como medios de expresión de la compleja realidad que me rodea.
Carmen Holgueras