Crítica
Alejandro López: Paleta amplia, riqueza de texturas y ambiente neorromántico
Nació ese año en que Vigo fue una explosión de lucha obrera y la ciudad vivió una violenta espiral de acción reivindicativa-represión policial, o sea que con cierta licencia literaria podríamos decir que es hijo de la reconversión industrial, y a lo mejor con ello tiene que ver esa tendencia suya a los paisajes postidustriales.
Alejandro López inauguró con fortuna en esta ciudad tras haber acabado sus estudios de Bellas Artes en Sevilla hace cuatro años, tras haber obtenido significativos premios, haber gozado no menos significativas becas y contar ya en su currículum con exposiciones en Córdoba, Madrid, Bienal Mediterránea de Túnez y Sevilla.
Veinticinco cuadros en la Sala de Arte Caixavigo, paisajes y marinas en su mayoría, y una obra en la que tan sólo al asomarse se evidencian tres referentes que constituyen signos distintivos de su pintura: el primero, una paleta amplia pero sin estridencias, con colores medidos; el segundo, una atención sostenida al rico juego que permiten las texturas; el tercero, una temática poco convencional, aunque no dejen de ser marinas o paisajes.
Neorromanticismo. Ese espíritu bulle en el ánimo de la exposición, dice él que porque halla mayor poesía en los objetos por los que han pasado años, por los que han pasado historia. De ahí que sus lanchas surgieran situaciones de ruina, que las minas que pinta parezcan abandonadas. Estilo figurativo el de esta muestra, aunque a su manera. Ya dice él que, en general los buenos cuadros realistas tienen que ser pintados como si fueran abstractos. Dicho de otro modo, tiene claro que la anécdota no debe comerse la plasticidad.