Crítica
Tradición y raíces, genius loci, son proyectados con renovadores lenguajes de los ochenta. Galicia constituye una respuesta a la escultura española y a los canteros de la presente “posmodernidad”. Saben bien que pocos como ellos pueden responder para extraer un mundo nuevo a partir del dulce y duro granito, origen y eterna pisada de nuestra antropología. Escultores como nuestro protagonista, Xosé Manuel Castro, afianzaron aquí su personalísima propuesta a partir de la piedra, hasta el punto de que el crítico Bonito Oliva, consideró su obra, expuesta en el Museo do Pobo Galego, con motivo de la exposición “Imágenes de los Ochenta“, como una de las más sólidas y originales respuestas desde la poética que permite la piedra.
Así pues, partiendo de la tradición de los antiguos canteros y de su relación empírica con el material, se inscribe entre los renovadores de la escultura gallega, que, en torno a la década de los ochenta, plantearon un nuevo expresionismo directamente vinculado a las características matéricas y a su poética intrínseca. Se instituye con ello en uno de los más claros representantes de esas idiosincrasia de la escultura gallega reciente, cifrada en la necesidad de revivir la historia, que no de citarla, recuperando rasgos esenciales, y autóctonos de la misma, aunque trascendiendo sus constantes. Es así como su obra “modela” el recio granito hasta hacer de él una materia aparentemente plástica y dúctil, proporcionando a su tradicional interpretación de elemento indomable, una nueva significación.
"Artistas gallegos. Escultores. Realismos - Abstracciones" Nova Galicia Edicións. P.285