Crítica
Entiendo que Antón Cabaleiro trabaja, sobre todo, la incongruencia, unas veces procurando que como espectadores tropecemos con la imagen y otras, de un modo más sutil, aligerado. De ahí su insistencia en contradecir el canon impuesto desde la sociedad contemporánea, las normas y actitudes que suponemos idóneas y que aceptamos sin cuestionamiento alguno. Su mensaje es un ataque al mensaje en sí mismo, sobre todo a ése que valora la apariencia en detrimento del gesto. Cabaleiro nos acerca al ser humano como un autómata cercano a Buster Keaton o a Forrest Gump, capaz de vivir la historia como un desastre natural que ni el individuo ni la comunidad son capaces de controlar. Hablamos de una esquizofrenia mitigadora como la propuesta por Bateson –de ahí derivaba su acertado trabajo Double vincle–, un comportamiento de resignación finisecular ante el que debemos rebelarnos individualmente como Truman en su mediático show. Esa vulnerabilidad torna angustiosa la búsqueda de un sentido, la serendipia. Por eso dentro de ese constreñir del ser humano en códigos que escapan de su comprensión, entiendo la última serie de Cabaleiro, Polaris, como la más acertada de su trayectoria y en la que los guiños irónicos a la propia historia del arte encajan a la perfección con sus pretensiones teóricas, ridiculizando la mesura de proporciones y el ideal de belleza, y desnudando la imagen hasta su verdad sin sombras, jugando con la apariencia del dibujo desde lo digital. Cabaleiro golpea el falso documental y un mundo de los media que, como la etnografía, alimentan la paradoja que señalaba Juan Downey hace más de diez años: “Podemos decir que un documental es una forma de subjetividad, una obra que oscila entre diferentes grados de subjetividad, de manera que no podemos hablar ni de objetividad, ni de subjetividad”.
David Barro, El Cultural de El Mundo (2005).
PARADOX CLOWNS
Bajo el título Paradox Clowns, Antón Cabaleiro (Santiago de Compostela, 1977) presenta su segunda individual en Madrid tras la que tuvo en la galería Marlborough a estas alturas del año pasado. Esta primavera organizó la colectiva Feedback y formará parte de la edición de Circuitos de este año, donde presentará un proyecto de características similares a este que ahora nos ocupa, utilizando, como viene siendo habitual, la fotografía y vídeo digitales como herramientas básicas. Si aquellas imágenes, de tan severa horizontalidad, de la serie Mañana hablamos, exploraban una sensación de aislamiento –con el personaje recortado frente al vacío–, Cabaleiro traslada ahora ese sentir al contexto íntegro de la sala, un espacio inmaculado, absolutamente neutro, donde el espectador encontrará la pieza medio oculta detrás del muro central. Esta consiste en cuatro pantallas también blancas de las que emergen, aleatoriamente, personajes disfrazados de payaso a los que significativamente se aprecia mejor desde la distancia, y que se expresan en el gélido lenguaje de las máquinas, pronunciando las irritantes frases que uno oiría al sacar dinero del cajero o comprar tabaco en la máquina. Cabaleiro propone una interpretación del no-lugar y lo incorpora al ámbito de las relaciones personales, su campo habitual, instalándose en este juego de paradojas que es el mundo contemporáneo. Porque en su obra los excesos de información y la vorágine mediática son claves que se materializan en personajes más cerca de la reclusión y el autismo que de la posibilidad de comunicarse y, en consecuencia, inmersos en una incómoda atmósfera de exclusión.
Javier Hontoria, El Cultural de El Mundo (2004).
MICROHISTORIAS DE ANTÓN CABALEIRO
El ganador del III Concurso de fotografía El Cultural, Antón Cabaleiro (Santiago de Compostela, 1977) expone en la sala joven de la galería Marlborough el proyecto galardonado, que lleva por título Mañana hablamos. De su todavía breve trayectoria artística –ha participado en numerosas y relevantes muestras colectivas– destaca, a mi juicio, su producción audiovisual, de la que conozco sus piezas de 2001 y 2002, y que es el soporte material y estructural de este Mañana Hablamos.
Cabaleiro se sirve de la cámara de vídeo digital y de las posibilidades de manipulación de las imágenes para la confección bien de microhistorias sobre las relaciones de pareja o interpersonales, las más de las veces con un fondo humorístico –Dilema, 2001; DigGen, 2002–; bien de modelos icónicos de o en transformación, es decir la exploración de puros juegos con la imagen –así ocurre en Notes, 2002–, o la elaboración de modelos tipo logo o antilogo –como en I’m being, del mismo año, y una de sus obras más atractivas–. Maniobras que juegan con el tiempo de exposición o visión, mediante aceleraciones y retardos, difuminados y desvanecidos, o la repetición casi espástica del gesto –Oh.Betty, 2001–; y, la que es, por así decirlo, su marca más personal: las posibilidades digitales le facilitan una retícula, por llamarla de algún modo, de posibilidades combinatorias, en las que intervienen los protagonistas o motivos elegidos individual o colectivamente y cuyo resultado es acentuado por su compañía sonora, también compuesta por él –Hello Kitti y Nur Gerücht, 2001–. De esta base matemática transformable y de su desinterés por los avatares del personaje da prueba que el protagonista sea, en distintos videos, un mismo actor o que, en los más narrativos sea el propio Cabaleiro quien interviene.
Mañana hablamos es una secuencia discontinuada de un rostro masculino y otro de mujer –perfectamente descrita en estas páginas por Elena Vozmediano en su presentación de julio pasado como «la fotografía como fotograma»–, cuyos ambiguas expresiones apenas susurran acontecimientos concluyentes, mientras diríamos que las nimiedades que les ocurren son representación de la insignificancia y trivialidad de nuestro acontecer. Los intérpretes –residentes inmisericordes en un cándido espacio vacío– tienen su origen en el paseante de I’m being y en la pareja de amantes electroacústicamente conectados de Pez, 2003. Reflejan tanto la realidad mecánica de un presente mediatizado, como la dilución de la personalidad individual en el seno de un tiempo poblado de ruidos, que nos hace sordos a las palabras del otro. Dicho en los términos del propio Cabaleiro: “Es una propuesta que alude al contenido como ausencia y al continente como presencia”.
Mariano Navarro, El Cultural de El Mundo (2003).
CABALEIRO, LA FOTOGRAFÍA COMO FOTOGRAMA
El artista gallego gana el III Concurso de Fotografía El Cultural.
El Concurso de Fotografía El Cultural, concebido como puente hacia la profesionalización de los artistas más jóvenes, ha llegado a su tercera edición. El premio de la crítica ha correspondido a Antón Cabaleiro por su proyecto Mañana hablamos, brillante resultado de mestizaje de medios con un sustento teórico de gran interés. El premio consiste en una exposición individual en la Galería Marlborough, que se inaugurará en octubre. Estén atentos.
Conscientes de la cada día mayor presencia de todos los ámbitos de la cul- tura en internet, y en especial de la fotografía, que con la hoy popular tecnología digital se integra sin apenas conflictos en este medio, para esta tercera edición del Concurso de Fotografía de El Cultural decidimos utilizar nuestra página web como plataforma para la presentación de las obras. El resultado ha sido muy satisfactorio, con 230 participantes en el premio popular (las votaciones siguen abiertas hasta el 15 de septiembre en www.elcultural.es) y casi un centenar en el premio de la crítica. Éste ha sido concedido a Antón Cabaleiro por un jurado presidido por la directora de El Cultural, Blanca Berasátegui, e integrado por los críticos de arte José Marín-Medina, Mariano Navarro, Guillermo Solana, Jaume Vidal Oliveras y Elena Vozmediano, que ha concedido además menciones especiales a Isabel María e Iñaki Larrimbe, a quienes seguiremos en sus respectivos caminos. Cabaleiro prepara ya su individual en la sala joven de la Galería Marlborough, que ha aceptado generosamente poner su prestigio al servicio de esta iniciativa, la cual ha demostrado ya su efectividad: nos complace comprobar los avances profesionales de Soledad Córdoba y Diana Larrea, anteriores ganadoras del concurso.
Antón Cabaleiro trabaja fundamentalmente en el terreno del audiovisual. En su breve trayectoria ha tanteado distintos registros aunque con dos características constantes: la utilización de la cámara de vídeo digital como punto de partida (con posterior manipulación en el ordenador) y la reflexión sobre el bombardeo de información a la que actualmente nos vemos sometidos. El presupuesto con el que trabaja es mínimo. Casi siempre aparece él mismo en sus audiovisuales, aunque no del todo como personalización de argumentos: no hay medios para contar con actores y, sobre todo, la filmación se impone con urgencia en un momento determinado, tras un tiempo de maduración, y el modelo más a mano es el propio artista. Los vídeos son cortos, apenas narrativos: una situación altamente expresiva, un movimiento repetido. El movimiento es metáfora del frenesí sin sentido del acoso mediático; al igual que son metafóricos los fondos blancos, que aparecen tanto en la serie con la que ha obtenido el premio como en el vídeo con el que participó en la última Muestra de Arte Joven y otras obras, y que hacen referencia a los “no lugares” de la “sobremodernidad”... conceptos digeribles a través de una mirada suavemente humorística.
Mañana hablamos, que surge también de una filmación, presenta por vez primera el trabajo terminado no como audiovisual sino como fotografía, con éxito incuestionable. Cabaleiro rehuye la idea del “momento decisivo”: el vídeo le permite disponer de una inmensa cantidad de momentos para elegir. La fotografía como fotograma. Y el momento como algo carente de sentido fuera de la continuidad. Las fotografías muestran un talento enorme para la composición y el creciente interés del artista por los procesos. La obra se modifica en sucesivas etapas, incorporando vídeo, tratamiento “pictórico” y “collage” digitales, presentación fotográfica...
Elena Vozmediano, El Cultural de El Mundo (2003).