Crítica
Carmen Sevillano y El Valor de la Propia Expresión
En múltiples ocasiones se ha presentado como uno de los mayores baluartes del verdadero “creador” el que éste fuera capaz de acentuar su propia obra, que fuera capaz de mostrar la misma no sólo como fiel reflejo de actitudes y sentimientos sino también como reseña de su propio ser, como singular apuesta que le diferenciase dentro del amplio espectro artístico, una marca, un certero signo de identidad.
No hay ninguna duda que la obra de Carmen Sevillano cumple a raja tabla todas estas expectativas.
La variopinta temática contrasta con la uniformidad a la hora de la plasmación representativa. El gusto por la recreación de gentiles figuras femeninas que adornan el espacio conformando la base y principal muestra del trabajo se ve entrelazado con la inclusión de elementos que congujan con la idea de un ritmo armónico, de una libertad escénica en la cual la musicalidad es patente, la instrumentación del cosmos y su condensación llevan al espectador a buscar el trasfondo, a percibir el detalle para poder así completar el puzzle compositivo que la autora nos presenta a fin de producir una completa transmisión manifestativa en la que el juego de exponer la obra por planos es una característica significativa, certeramente utilizada para destacar el valor de cada pieza mostrada.
El trazo se nos exhibe bien marcado, cuya misión no es otra que la delimitar espacios provocando el realce de ciertas siluetas que la autora reconoce como principales en el desarrollo conceptual de la obra.
La tonalidad carente de estridencias, tenue, ligera, en clara conjunción con el resto del engranaje artístico en el que cada trozo se erige como clave en el contexto formado.
Dicha serie de color acompasado sólo es variado cuando la pretensión es la de singularizar alguna parte, la de desgranar el “todo” para provocar una explicación lenta de lo transmitido.
Sin duda lo cercano a lo onírico envuelve con un aura reflexiva el trabajo de Sevillano elevándolo a cotas de seriedad y sinceridad artística como fiel reflejo de un espíritu ensoñador, de una labor cuidada, manejada al milímetro y cuya misión no es otra que la de recrear espacios puros, la de crear una belleza tal que lo banal no aflore en el contexto social primando la sinceridad, la invencible capacidad del ser por sobreponerse a sí mismo y sus carencias.
Francisco Arroyo Ceballos, Crítico independente / Director do CIALEC e a Revista ConectArte.
Retazos de: “Esa escura ternura do Románico”
“ ...Románico de figuras estilizadas na simpleza, que están aí enfrente mirándonos sen vernos, alleas a calquera realidade, exiladas do mundo.
Pero figuras que Carmen coloca entre unhas paredes que aprisionan, pesan, impiden a liberdade; ... figuras que constrúen o marco do seu fogar e do seu retrato, poñéndose límites.
A doce ternura do románico.
...
Seres que nos miran pedíndonos que vexamos a eternidade de cada segundo, o instante infinito da vida...
..., santos dunha única postura que non poden doblar porque están dunha peza, sen admitir perfil nin mirar de lado.
... Donas e nenos dun tempo sen horas...
A música presente, acompañándoos; os instrumentos apaciguando o aire, indo no vento.
Peixes que veñen das augas... Peixes como ofrendas primitivas.
... De tódolos plásticos que volven a Laxeiro e Virxilio..., eu prefiro a Carmen... E prefiro os seus pasteis, suaves e diluídos falándonos da amabilidade e o gusto pola delicadeza. Gusto tamén polos dourados, os plateados e os bronces, que volve a levarnos ó medievo nas roupas ou nas pinturas dos iconos, o naif... o inxenuo, sobrevoando os días da nenez.
...”
Pilar Sampedro