Crítica
Sálvese de los temas generales y vuélvase a los que le ofrece su propia vida cotidiana: describa sus melancolías y deseos, los pensamientos fugaces y la fe en alguna belleza; decríbalo todo con sinceridad interior, tranquila, humilde, y use, para expresarlo, las cosas de su ambiente, las imágenes de sus sueños y los objetos de su recuerdo. Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta.
Ritta Bremer atrae para sí el entorno, con la pregunta imaginada para el espectador y la respuesta atrapada en la memoria emotiva de la artista. Sus cuadros-respuesta se reflejan en una secuencia evocadora de formas, a veces rígidas, otras sinuosas, de un diálogo entre la imagen real que queda fuera del cuadro y una expresión íntima que marca la pauta de su obra. No hay ejercicio de eliminar, transformar o sincopar el objeto. La propia técnica que utiliza de acrílico redunda más en la posibilidad de la inmediatez, de lo espontáneo, casi de un lenguaje automático creado a través de la plástica. Son esos signos rescatados desde su intimidad los que estructuran sus obras en un juego colorista que semejan oníricas sensaciones de lo que le rodea.
Con actitud, en silencio, sus sueños... hacia el mar, azul, atlántico. Un itinerario inquietante que guía con rotundos esquemas, laberínticos, en movimiento, o en combinaciones repetitivas. Como un viaje a través de la ventanilla de un tren: irreconocible forma del paisaje, y estando, soñamos e imaginamos, sentimos. Hoy Rita ha sacado un billete de tren para todos... ¿no es sinceridad interior?
Monica Borrás, 'Artnotes' Santiago de Compostela.