Crítica
EL GESTO DE UN PINTOR
Pintor de gestos, de trazos, con un sentido rítmico de la pintura, Xavier Dopazo inunda con sus creaciones toda nuestra mente de una alegría expresada a través de la pintura. Sus abstracciones, sus gaiteiros o cualquier temática que aborde en sus cuadros, son un grito expresivo que nos manifiesta su manera de entender la pintura. Porque desde esta palabra es desde la que hay que acercarse a la creatividad de Xavier Dopazo. Pintura, pintura y pintura. Todo en él le conduce a este terreno que cada vez domina en mayor medida con la seguridad que otorga la experiencia y el manejo continuado de diferentes técnicas y expresiones.
Ahora, a punto de dar un importante salto en su carrera artística, es el momento de realizar balance de lo hecho, lo que nos permitirá afianzar los siguientes pasos, sin duda prometedores de este joven formado de manera autodidacta, tallado bajo horas y horas de taller y de presencia ante el lienzo, al fin y al cabo la mejor escuela, la más productiva, y posiblemente también la más completa. Xavier Dopazo ha crecido en Galicia, desde aquí su arte ha progresado y como buen gallego nunca dejará de crecer con el punto de mira en esta tierra telúrica. Así es como sus ‘gallegos’, auténtica seña de identidad de su pintura, le han catapultado a ocupar un lugar en la plástica gallega, el sentido del ritmo, la musicalidad de esos trazos, entre lo casual y lo meditado, y la capacidad de síntesis posibilitaron la creación de un elemento icónico en nuestra pintura y que ha referenciado a Xavier Dopazo como un gran siluetista. Sus composiciones, tanto de varios personajes, como de figuras autónomas, son una perfecta manifestación de esa saudade gallega adaptada, de manera ejemplar a los nuevos tiempos de la pintura, llenos de vocación expresiva, de carácter y de una fuerza compuesta a través de su gran arma de creación, el gesto.
Desde ese gesto es desde el que podemos seguir progresando en el acercamiento a otras facetas de la pintura de Xavier Dopazo. Esa gestualidad nos convoca ante un pintor expresionista, cuya obra surge de un momento, de un instante, de un zarpazo pictórico desde el cual se consigue transmitir ese elemento tan pocas veces presente en nuestra pintura, muchas veces llena de clichés y anquilosada en un tratamiento vacío e inexpresivo, como es el de la vida. La pintura de nuestro protagonista está cargada de vida, aquel ‘joie de vivre’ que hace de la pintura algo lleno de alegría y pasión, parte consustancial a este arte, al que Xavier Dopazo es capaz de asentar bajo sus pinceladas y sus colores.
Amante de la actividad artística, sería contraproducente negar muchas de sus influencias a la hora de aproximarse a la pintura, Picasso, Miró, o la abstracción americana son puntos de referencia muy importantes a la hora de acercarse a su pintura. El eco picassiano se manifiesta en el tratamiento de la figura, tomado como modelo para progresar en el estudio del rostro, así como en diferentes personajes que van llenando sus narraciones de presencias humanas y en los que la fragmentación cubista del pintor malagueño, en unión con el empleo del color en territorios divididos del propio lienzo, permiten a Xavier Dopazo mostrar su propia individualidad, surgida a partir del estudio de Picasso. De Miró podemos rescatar la importancia que tiene en nuestro pintor esa pintura onírica, creadora de superficies fantásticas, plenas de imaginación y fantasía, como las que nuestro protagonista fue capaz de, llevar a cabo en un patio de viviendas de un edificio en Pontevedra donde afronta una ingente labor mediante la elaboración de varios murales en los que fue capaz de dar sentido y aprovechar unas paredes como medio de expresión, planteándonos al mismo tiempo, el valor de la pintura para mejorar nuestros entornos y espacios de vida diaria. Finalmente, la abstracción americana. Paso por otra parte lógico para quién se había fijado en un ‘surrealista’ tan especial como lo era Miró, está muy presente en su concepción de la pintura en la que ya hablábamos antes de la importancia del gesto. Esa manifestación de la presencia del artista donde lo gestual y el informalismo son tan importantes, nos llevan de manera directa a citar a Pollock y a su forma de entender el hecho pictórico, el azar, el chorreado, el grumo… son elementos de los que también Xavier Dopazo se va a valer para que su pintura siga evolucionando.
Entre estas dinámicas es en las que se mueve este pintor al que cualquier tema le sirve para buscar un canal de expresión con el que llegar al espectador. La importancia de la comunicación dentro del arte es fundamental para él, ya que necesita de alguien al otro lado para culminar un proceso pictórico de unas claras connotaciones expresivas. Durante los últimos años, Xavier Dopazo se ha mostrado frenético a la hora de crear, de exponer, de difundir su arte, que tan ligado está a su propia vida, y de ese frenesí se impregna toda su obra para de nuevo gritar a la vida, gritar a la pintura y al mundo que un pintor llamado Xavier Dopazo les desafía a acercarse él y compartir así su visión de la vida a través de la pintura.
Ramón Rozas Domínguez
En las obras del pintor Xavier Dopazo se combinan la calidad técnica junto con altas dosis de energía y vitalidad que, en cierta medida, transmite a la vez que nos desvela su personalidad artística y nos presenta una pintura gallega, surrealista, abstracta, impresionista y mixta, que podríamos definir como impulsos sinergéticos volcados hacia el exterior manifiestan la espresividad que aflora de una pasión por sentirse realizado mediante su paleta cromática en la que abundan los colores amarillos, azules y negros, violetas y naranjas que tanto le gustan.
Un encuentro entre la fuerza y la energía etérea que fluyen entre el pensamiento y la acción, desde el prisma de la esencia misma, de una magnificencia surrealista encaminada a la innovación espontánea en su recorrido en el mundo de experiencias asíncrono y evolutivo que le conduce hacia un crecimiento constante y creativo.
Dopazo pretende proyectar hacia los demás sus más íntimas inquietudes y esperanzas representando en materias inertes e incluso a veces en seres vivos sus creaciones artísticas de un modo sencillo y claro, tal que al compartirlo asimila las nuevas experiencias en su estructura interior relanzándose, como cual Ave Fénix, hacia nuevos horizontes.
Sin lugar a duda alguna, estamos ante un esforzado creador que por su obra, tesón y constancia adoptada en su trayectoria artística alcanzará un lugar en el mundo de los plásticos modernos.
Alberto Mallo Area, museo Torres.
IMÁGENES Y EMOCIONES DE XAVIER DOPAZO
Su obra, fruto de intuiciones autodidactas y personal aprendizaje más que académicas, es de una sólida arquitectura de gestos y trazos con un sentido rítmico de la pintura.
La pintura de Xavier Dopazo es vista y sentida en toda su dimensión, en su hondura, también en sus más claros y definitivos perfiles. Su riqueza cromática salpicada, su soltura del dibujo, de dicción agilísima y la alegría ornamental, la sitúan dentro del mundo de Picasso, Miró y Matisse.
Su pintura onírica, creadora de superficies plenas de imaginación y fantasía "surrealista", adquieren un ritmo, una vibración líricamente mágica.
Xavier Dopazo, transmite en su obra una fuerza especial, que sin duda Galicia le ha potenciado.
Antonio López Alarcón, pintor, Licenciado en Belas Artes pola Universidade Complutense de Madrid.
He seguido de cerca la obra pictórica de Xavier Dopazo, obra que ha ido madurando positivamente desde una referencialidad clásica y figurativa, entroncada con la estética del vanguardismo histórico gallego del primer tercio de siglo, a una simplificación muy personal, cuya identidad formal se liga al gestualismo y al caligrafismo de base abstracta. Sin renunciar a la figuración, siempre reconocible, Dopazo ha ido personalizando un lenguaje de signos y de gestos minimalistas, la pulsión dinámica del primer instante, ligada al zenismo o al orientalismo que se hizo célebre a partir de los cincuenta, donde el vacío y los blancos son tan importantes como la propia estructura formal. Desde esa poética y sin dejar de lado el elemento iconográfico que se reconoce en la Galicia que vive, el artista trata de interpretar con los mínimos elementos posibles un mundo visual que sobrepase igualmente los códigos más identificativos.
X. Antón Castro Fernández, Crítico e profesor de Arte Contemporáneo na Facultade de Belas Artes de Pontevedra.
La línea artística de Xavier Dopazo se mueve dentro del arte figurativo, con una fuerte influencia de las corrientes artísticas gestuales, así como de la herencia del arte gallego por excelencia, tanto por su temática como por su iconografía, que en ciertos gestos recuerda a la escuela de Laxeiro.
Los informes que han dado sobre las actitudes de Xavier Dopazo son excelentes, así como su capacidad de trabajo y voluntad de aprender.
José Chavete Rodríguez, Catedrático de Pintura.
El cuerpo, Plataforma inevitable de nuestra existencia, y el lenguaje, que hace posible trascender la experiencia particular dotándola de significados comunicables, son junto con el espacio, elementos axiales dentro de la obra de Dopazo uno de los artistas gallegos que día a día es más radical y lucidamente esta contribuyendo a replantear las fronteras de lo que podemos considerar como Arte.
Si la utilización de los diversos medios y materiales que viene empleando (Pintura, instalación, grabado, escultura...) repele las nociones tradicionales de autoría o genero, el sentido de su discurso resulta lo suficientemente indeterminado como para desbaratar cualquier posibilidad de fácil acotación, lo que no hay que entender en clave de hermetismo sino que es fruto de su decidida voluntad transgresora.
Quien conoce la obra de Dopazo, sabe que en su caso de transgresión no se corresponde con una simple provocación, del tipo que tan habitualmente y gratuitamente nos asaltan en numerosas exposiciones y que tan rapido como se ven se olvidan.
Su manera de alterar la percepción de las situaciones (Acción Directa) va dirijida a encontrar significados distintos de los acostumbrados; para ello pone en juego aspectos inverosímiles que promueven otra visión de las cosas, entre irónica y fatal, a veces hilarante y casi siempre crítica.
Es el carácter procesual el que funciona como principio básico que anima la obra de este artista en la variación va implicito el desplazamiento, no la progresión.
Resulta muy estimulante comprobar como Dopazo consigue impregnar sus trabajos sobre cualquier soporte con el mismo espíritu y sensibilidad.
Xosé Luis Gómez Rivada, pintor e escultor.
UNA VUELTA SORPRENDENTE POR GALICIA
Galicia es una tierra maravillosa que descubrí allá por los años 70, debido a que mi mujer, entonces mi novia, desciende de gallegos, concretamente de Ponteareas (Pontevedra). No tengo que tener ninguna excusa para escaparme de vez en cuando, y no poder disfrutar de sus paisajes, de su gastronomía... de sus gentes.
Como es lógico y debido a mi formación profesional, la arquitectura de cualquier parte me interesa, siempre saco conclusiones, y en Galicia he encontrado detalles extraordinarios de una arquitectura popular sencilla pero con un encanto especial.
Este verano me acerqué a visitar el edificio "Las acacias y los cedros" en Pontevedra, mi interés principal era ver este edificio que había sido galardonado con el premio APROIN al mejor edificio gallego del 2003, y cual fue mi sorpresa al descubrir sin proponérmelo, los cuadros y murales sensacionales del artista Xavier Dopazo que adornan los tres portales y el patio interior.
He de reconocer que todas las artes me interesan, sobre todo me atraen de forma especial la pintura y la escultura de las que he participado en muchas ocasiones en exposiciones, coloquios... Cuando me encontré de frente con la obra de Xavier Dopazo, sentí en su forma de hacer, un aire fresco, que si bien recuerda al viejo y reconocido pintor Laxeiro, y tiene ciertos toques picasianos y mironianos, su pintura es muy personal, con un movimiento y composición inconfundibles, posee la armonía y el lirismo que son imprescindibles en toda obra artística. Interpreta perfectamente las leyes del equilibrio, orden y proporción que el verdadero artista ha de poseer, y consigue que el espectador sensible disfrute verdaderamente de estas cualidades.
Insisto, el edificio me gustó, pero descubrir a Dopazo me impresionó.
Pedro L. Montes Martínez, arquitecto.
Las obras que Javier Dopazo ha expuesto durante el pasado mes de julio de 2003 en la sala de exposiciones del Albergue de Peregrinos de Pontevedra son fiel compendio de su característica pintura de trazos jóvenes y frescos que lo sitúan dentro de la nueva generación de artistas gallegos que han iniciado una profunda renovación de las artes.
Javier Dopazo se integra en la vanguardia de esta nueva pintura gallega, pero lo hace de tal forma que no existe una ruptura con el pasado. Por el contrario su obra reconcilia lo novedoso con lo mejor de la tradición pictórica gallega.
Así en sus pinceladas descubrimos su particular y moderna visión de la pintura, y también reminiscencias de grandes figuras de generaciones anteriores como Barreiro o Laxeiro.
Resulta gratificante encontrar toda esta madurez en un artista de su juventud. Juventud que es promesa de futuras obras que deleitarán a sus espectadores y propietarios.
Celestino Lores, presidente dos Amigos do Camiño Portugués.
Heredero de una tradición que definió la mejor pintura gallega de la vanguardia histórica y en particular de la estela dejada por Laxeiro, Javier Dopazo ha buscado, sin embargo, alternativas a esa herencia en la pausadez de una investigación que pasa por revertir el furor expresionista y la gestualidad esquemática de sus comienzos. Cierto que la huella emocional y distorsiva de su figuración siguen teniendo una gran incidencia, pero también lo es que, al contrario de la severidad cromática de la citada tradición, Dopazo refuerza un colorismo tan cálido y dinámico que, a menudo escapa a posiciones lingüísticas que tienen mucho más que ver con otro mundo, fresco y joven, en el marco de una narrativa sometida a la limpieza y al impacto de una nueva geometría, huyendo de las texturas y optando por una planitud, que se ha convertido en un signo de identidad personal. Identidad que aspira, en su caso a un acto de reconocimiento simbólco del lenguaje, de una lúcida sencillez, pero igualmente escenográfico, manifiesto en una voluntad clara de contarnos cosas, de explicar la vida desde posiciones etnográficas o mitológicas, para mostrarnos un país, real o imaginado, poblado de seres de fábula, cargados de onirismo y de una ternura que existe aún en los ideales más humanos y generosos. Y entre gestos esenciales y distorsiones líricas, de grave o irónica representación figurativa, sin la exención del humor, desfilan en sus cuadros personajes de ese país maravilloso hebitado por el Rey Santiago, caballeros, gaiteiros, hombres y mujeres felices y a veces tristes, danzarines del cielo y rostros lunares habitando la soledad y exprimiendo el jugo metafórico de sus complejas iconografías teñidas por la citada planimetría cromática. Aunque su mundo puede ser orgánico en ocasiones y desandar la senda figurativa de la corriente etnográfica para penetrar, con timidez, en un locuaz encuentro con un sistema narrativo de raíz barroca, donde el espacio y sus citas argumentales se tornan complejos, en unas ocasiones se simplifican como formas aparentemente escultóricas y surreales en otras.
Pero en todos los casos, la atmósfera que define su pintura no sólo es un canto a la vida des de una mirada optimista y lúdica, sino un ejercicio de imaginación donde se funden el color más visceral y las formas y los gestos que nacen de sus emociones.
X. Antón Castro