Crítica
La obra pictórica de Mauro Leivas no puede separarse de su personalidad y biografía, ya que ambas responden a una misma actitud vital: la libertad sin concesiones. Nace en el seno de una familia liberal que forma en Mondoñedo un peculiar falansterio utópico y contracultural. El estilo de vida de sus padres sigue los planteamientos que algunos movimientos juveniles americanos toman como modelo en la década de los sesenta. Una orientación hippie a la que no le interesa transformar la sociedad que condena, sino que su pretensión es la formación una sociedad nueva comunal, constituida como una organización libre y sin jerarquía, en contraposición con el modelo burgués que resurge tras superarse los años más duros de la postguerra, adoptando como valores básicos la tolerancia y el amor.
Mauro Leivas se forma en este ambiente extremadamente singular para la Galicia de los años sesenta. Desde que tiene uso de razón es consciente que es pintor y absolutamente libertario, circunstancias personales que se transmiten inamoviblemente en toda su obra. De sus padres adquiere los primeros conocimientos de diseño y dibujo quienes, conscientes de sus aptitudes, deciden la ampliación de su aprendizaje con Juan Bautista Puchades, escultor valenciano establecido en Mondoñedo
Con 17 años, Mauro, pinta el primer cuadro con el que se siente absolutamente satisfecho. Se trata de un dramático estudio, un desnudo deformado y amputado en el que se advierte la influencia de los tenebristas italianos, especialmente de Caravaggio quien le seduce tanto por su virtuosismo plástico como por su personalidad turbulenta.
Durante el bachillerato, en Mondoñedo, entabla amistad con Caxigueiro y Artiaga, con quienes comparte sus inquietudes artísticas y culturales. Tras finalizar el bachillerato comienza estudios de bellas artes en Madrid. Es expulsado de la facultad con amenaza de ser expedientado a causa de un incidente ocurrido con un profesor que evaluaba las capacidades del alumno de manera arbitraria. Ese mismo año, 1975, muere el general Franco y tras una serie de experiencias adversas entra en contacto con Nina Álvarez (1), ceramista y pintora, residente en esos años en la localidad suiza de Chaux-de-Fonds, en las proximidades de Ginebra. Nina había contraído matrimonio con el escultor Charles-Martin Hirschy (2) , personaje inquieto que colabora en las labores de restauración de la Acrópolis de Atenas. Mauro Leivas trabaja con ambos durante algo más de tres años teniendo la oportunidad de aprender nuevas técnicas y colaborar con ellos en diferentes países, Francia, Suiza y Grecia.
Regresa a Galicia e ingresa en la Escuela de Artes Aplicadas de Lugo, graduándose en la especialidad de cerámica. En estos años se mantiene unido y colabora, en 1983, con Caxigueiro y Artiaga en la exposición “Nova Generación” patrocinada por la Diputación de Lugo. La pintura de Mauro Leivas en el inicio de los años ochenta es una abstracción matérica de corte informalista y gestual que alterna con una figuración con atisbos de inspiración surreal.
A mediados de los ochenta se traslada a Madrid, en donde se integra en el ambiente artístico y cultural de la “Movida madrileña”. Su experiencia la capital de España pudo haber sido el detonante de un cambio radical en su estética, que queda reflejado en una serigrafía que realiza para la Galería Sen. La utilización de formas triangulares, grafismos de línea emparentados con los expresionismos alemanes de la primera vanguardia europea y signos procedentes de la cultura protohistórica ibérica, materializados en una composición ingrávida de colores agresivos y puros, son los rasgos identificadores de un trabajo que será determinante e influyente en su producción futura inmediata.
Tras el abandono de la abstracción gestual orienta su pintura, en 1986, hacia una figuración expresionista con cierto sabor medieval alemán. En sus cuadros representa un universo de demonios y monstruos de intensos colores, pincelada rápida, gruesa y agresiva. Una obra que titula en alemán con la intención de crear la confusión y provocar al espectador. En “Die Grossen Krokodil”, uno de los lienzos de estos años, se aprecia el dinamismo del animal generado a través de una composición circular de intenso cromatismo. La figuración y el fondo del óleo está formada mediante el uso de escamas triangulares similares a las utilizadas, previamente, en la serigrafía de la galería Sen de Madrid. El primitivismo de la imagen resultante y su agresivo dinamismo irradian energía y optimismo en su contemplación. Esta serie será objeto de exposiciones por el territorio nacional.
Tras esta expresiva figuración, en la década de los noventa, cambia su estética hacia planteamientos que entroncan con el mundo de la ilustración. Unas obras más lineales, en las que el dibujo es el protagonista, creando una acusada línea de contorno que es rellenada por un color vibrante. Entre los primeros lienzos de esta serie se encuentra “Autorretrato das neobáquicas”, con una curiosa composición en la que el personaje levita ingrávido sosteniendo una copa de vino, coronado de una corona de laurel. La alusión a un universo más narrativo se abre con este nuevo planteamiento plástico. Una nueva estética que tiene su punto de partida en bocetos y cuidados libros repletos de dibujos realizados a la acuarela y al gouache, los cuales se entremezclan entre escritos e ideas que el artista, minuciosamente, va plasmando día a día. Estos detallados dibujos son el sustrato del que surge la mayoría de la producción del artista en los últimos diez años. Se trata de una pintura narrativa, personal y de clave autobiográfica. En ella el Mauro Leivas deposita sus inquietudes, su inconformismo, su personalidad. El sustrato es el mundo que le rodea tamizado a través de su amplio y particular conocimiento personal. Desde el punto de vista formal los dibujos tienen un intenso componente kitsch o, más aún, “pompier”. Es una estética que si no fuera por la ironía y la intensa carga social que lleva implícita podría caer, parafraseando las palabras del autor, en “la mayor horterada”. Sin embargo el mensaje es de tal intensidad o acidez, según los casos, que es necesario dulcificarlo con la factura amable de bellos jardines románticos, profundos paisajes abisales o, incluso, desiertos habitados por personajes robóticos de la Guerra de las Galaxias. Un festival de imágenes a través del que brilla una personalidad de desbordada creatividad que se mantiene al margen de tendencias, modas y mercados artísticos. Es la pintura de un “freelance” realizada con la intención de autosatisfacerse con un onanismo plástico que queda fuera de cualquier espectador, hasta que el propio Mauro decida transmitirlo. Es la obra de un creador nato que trata de mantenerse al margen de tendencias e influencias externas. Psicológicamente inconformista, heterodoxo, libertario y defensor de sus creencias, entre las que se encuentran el respeto ciudadano, la pasión ecologista, o la aversión por la hipocresía y la injusticia.
Por ello los espectadores de esta exposición del Ayuntamiento de Cervo “Fluxo e refluxo no mar da arte”, tienen la oportunidad de disfrutar de dos obras que han surgido de ese maná reservado que sale ocasionalmente a la luz.
En estas obras se refleja y se critica, con altas dosis de ironía, un mundo que se desenvuelve a su alrededor con el que no está conforme. En “Autorretrato”, acrílico presentado para esta exposición, la amorosa y amable imagen de cuatro pajaritos en un hilo de telégrafo, –tres unidos y uno separado–, ponen de manifiesto la intolerancia y la marginación hacia las diferencias. En el políptico “Homes ovella e illa dende o satélite” se plantean diferentes mensajes como el control al que de una manera creciente está siendo sometida la humanidad, cada vez más dirigida y alienada, o la alusión a un hábitat que se destruye a pesar de la invención de una complicada tecnología de vigilancia.
Con el cambio de siglo Mauro Leivas concentra su creatividad hacia el mundo del arte electrónico. Son imágenes de síntesis, videos y creaciones multimedia. Una producción que en la actualidad está en pleno proceso investigación.
Paralelamente a estos trabajos digitales trabaja de modo experimental en dos series en las que predomina el dibujo y el collage. Una de ellas plantea en la ambigüedad que proporciona la imagen descontextualizada de la historia. Son trabajos para cuyos soporte utiliza papeles especiales –papel fabricado a mano, cartón fallero, etc.–, incidiendo en la importancia que tiene para el artista las texturas y la fabricación artesanal. El contenido de los dibujos incide en sucesos que se difunden por los medios de comunicación que mediante el recurso de separar la imagen del contexto se crean ambigüedades paradójicas y, en algún caso, sorprendentes. Tal es el caso del dibujo que recrea una fotografía de prensa de Fidel Castro y el Che Guevara encarcelados en México, en 1956, en el momento en que se visten para declarar ante el juez. Una imagen que, desconociendo su procedencia puede inducir a quien la contempla a una percepción equivocada de contenido sexual entre personajes anónimos. Algo similar ocurre con el dibujo que muestra la secuencia de un niño de corta edad llorando desconsoladamente y que alude al escándalo producido en los medios por la fotógrafa Jill Greenberg con su exposición de niños llorando realizada en la galería de Paul Kopeikin, en el bulevar Wilshire, de Los Ángeles. La fotógrafa para conseguir el desconsolado llanto dio primero a los niños un caramelo que posteriormente les quita. En cierta forma el propósito final pudiera contemplarse como una metáfora sobre las consecuencias nefastas de la política de la administración Bush. Mauro recrea imágenes inspiradas en la obra de Hill Greenberg, de una manera secuencial, a modo de comic, dando una nueva lectura al hecho y estableciendo una reflexión sobre el mundo de la comunicación y su interpretación por la sociedad occidental actual.
Otros dibujos de esta misma serie no tienen una base “histórica” sino que son producto de la imaginación del artista que juega con los mismos planteamientos visuales que favorecen la confusión a causa de un fallo en la manera de emitir el mensaje en el proceso comunicativo que se establece entre emisor-receptor.
La serie “Empanada de papel” también realizada en estos últimos años tiene un marcado componente constructivo en su proceso creativo. Unos trabajos en los que la artesanía hace acto de presencia en la elaboración de un soporte consistente en varias capas de papel y poliuretano que confiere al material final una textura mullida, confortable. Sobre este inusual soporte se realizan “collages” de recortes de periódicos, noticias, fotografías que se entremezclan con imágenes creadas por el pintor. En algún caso las fotografías de prensa son intervenidas y alteradas con una intención específicamente provocadora. El resultado es posee un componente “kitsch” acentuado tanto en la textura, la brillantez de la superficie debido al barniz de acabado como en el planteamiento compositivo final.
NOTAS:
1. Nina Álvarez había estudiado en la Escuela de Artes Aplicadas de Mondoñedo.
2. Charles-Martin Hirschy en la actualidad es propietario, con su esposa Nina, de la Galería Espace Gare de L´Est, en Chaux-de-Fonds (Ginebra).