Crítica
Luisa y Conchita Paz Montenegro
Hermanas, cuyo vínculo principal es ser hijas de una misma Madre y al mismo tiempo amigas.
¡Amigas, amigos, amistad! Le rindo culto, quizás sea una de las cosas buenas que quedan en este mundo, que vale la pena adorar y mimar.
Pero existen otros vínculos que a ambas les unen: el arte y la pintura, que hacen un binomio de perfecta y mágica conjunción.
Tanto Luisa como Conchita tienen una personalidad diferenciada entre sí, expresándose de una forma diferente la una de la otra, pero ambas se mueven -me atrevería a decir- por los caminos maravillosos del impresionismo-expresionismo-abstracto con tendencia hacia la expresividad pictórica cada una a su modo.
Sus obras, de concepción vitalista tanto en la forma como en el color, nos sugieren formas figurativas y abstractas a la vez.
Según sus inclinaciones, dándole valor a la línea de cierta manera que, mezclada con el color, nos da una impresión imperativa rutilante y matérika, y en algunos casos dando y sugiriendo formas en ese espacio que es el soporte. Creando aquello que surge en el interior de ese mundo oníriko-submándriko que existe en cada artista.
Sus cuadros valientes, transmiten vitalidad dada por ese color rotundo, limpio y optimista a la vez, produciendo ese mensaje que subyace en todas sus obras, que al espectador más avezado con esa inteligencia fina y repleta de sensibilidad le produce una sensación, que le lleva a su interior y capta con ese optimismo las formas reflejadas en los lienzos con la rotundidad de esa explosión de color que nos da la contemplación de su hermosa y magna obra.
Les deseo buenos augurios.
José Mª Lugilde, pintor.