Crítica
El pastel. El color puro, lo que hay que trabajar directamente con las manos, lo que exige un contacto físico directo con el soporte elegido, lo que demanda más rápider pero, al tiempo, mayor ddominio y solidez como dibujante. En el pastel se encuentra cómodo Antonio Abad, aunque no sea su pretencisión encastillarse en una técnica concreta como prueba los acrílicos entre los que bracea creativamente en esta muestra.
Para Abad la pintura es, más que temática o contenido, ordenamiento de espacio, masas o colores. No obstane allí hallareis todos esos recursos de un pintor de comienzos figurativos que, sin renunciar a esa esencia, ha evolucionado por cotas de expresionismo, colorismo e intimismo...
Fernando Franco
Antonio Abad, neorromántico
Silenciosamente, con una dedicación intensa y continuada, ha impuesto su nombre, una pintura que responde a su temperamento intimista, aclerezado de nostalgia -esto es, irrenunciablemente romántico- el vigués Antonio Abad.
Bodegones, paisajes, marinas. A partir de modos impresionista, con dosis considerables de abastracción aunque sin desasirse por completo de las referencias. Abad logra una pintura de excelente calidad formal, en la que se permite alardes técnicos arriesgados, como es la mezcla o mejor, la utilización al unísono del óleo y el pastel, sobre un soporte de textura rugosa, para que la adherencia de los polvos cromáticos sea posible y duradera.
Abad sabe que en la pintura importa cómo se pinta, y no el motivo en sí. Respondiendo a tal postulado, los objetos más comunes, los ambientes más habituales, son sus motivos, para una recreación selectiva en los que la mancha amplia, el desdibujo deliberado, claro que basado en un buen dominio del dibujo en sí, le permiten libertadas muy gratas y alardes cromáticos en los que no hay colorismo por si, sino al contrario, atemperadas gamas calientes de sabía y razonada entonación.
Tiene este artísta includable facilidad. Inclusive demasiada soltura en la ejecución del cuadro. De ahí que su inteligencia le invite a la reflexiión, a la rumía previa en que se anula todo lo accesorio para dar, al fin, lo sustancial; lo que da frescura, jugosidad, encanto a su obra, nada estridente y sin embargo tan mórbida, tan directa que superando modos post impresionistas incide en la tendencia "fauve", tal es la aparente espontaneidad que manifiesta.
Se ha acercado al retrato, y el pintor es el mismo que en bodegones y paisajes. Porque su amplia exposición tiene unidad, personalidad definida. No tuvo prisa por sobresalir y fue larga su estapa de formación. Mas a partir dde 1990, fecha en que comenzó a exponer, su carrera ha sido ascendente, firme, coherente. Un pintor con el que hay que contar, sin necesidad de forzados vanguardismos o huidas absolutas de la forma. Ser de un tiempo no impone, inexcusablemente, la renuncia absoluta a la mejor tradición. Antonio Abad parte de ella, en ella bebe y desde ella nos regala con su venero de sinceridad y encanto, basado en el buen hacer que no tiene edad.
Francisco Pablo
Real Academia Galega de Belas Artes