Crítica
SINFONÍA HERÓICA
Como soldados regresando de una batalla incierta, los colores de Joaquín Balsa se reagrupan y vuelven a tomar posiciones en el paisaje de unos campos pictóricos en aparente desorden, pero componiendo un entramado de sensaciones tan humanas como inesperadas. Trazos en los que se dibuja el miedo, el frío, la desesperación y la esperanza; pigmentos que nos hablan de honor, de sangre, de esfuerzo y de revancha; cuadros, en fin, que son victorias o derrotas, pero siempre emocionantes, como aquellas que leíamos de adolescentes en tiempo de verano y nos hacía confundirnos con grandes héroes o aventureros enloquecidos.
Cuando contemplo los cuadros de Balsa tengo la sensación de estar oyendo música, escuchando la más heroica de las sinfonías. Una música llena de esa armonía que se refleja en luces esquivas, sombras inquietantes, compases repetidos y escalonados, chelos impetuosos. Imagino acordes y los veo crecer, como escoltando una coreografía de rectas y de curvas, trazos encerrados sobre sí mismos, claustrofóbicos como laberintos o vivificadores como ventanas abiertas a los lugares donde habita el sosiego, sin oleajes marinos ni riscos montañosos. Una música difícil, en todo caso, pero que se queda en la piel, erizándola, antes de penetrarnos con la contundencia de una pasión amorosa.
Joaquín Balsa realiza sus obras con la meticulosidad de un general planificando una batalla o el rigor matemático de un compositor uniendo notas musicales. Así, sus cuadros se convierten en un todo armónico preparados para vencer la resistencia de los sentidos y doblegar los hilos finos de las emociones. No es difícil rendirse a ellas.
El arte es siempre del espectador; él decide lo que le conmueve y lo que le deja indiferente. Por eso cada espectador siente ante un cuadro su propio cuadro, aunque sea ante todos el mismo, y responde en consecuencia a las sensaciones que le sugiere. A mí la obra de Balsa me invita a escucharla, como si de una sinfonía se tratase, y a reflexionar sobre conceptos tan subjetivos como la perfección y la valentía.
Larga vida al autor, porque la obra la tendrá.
Antonio Gómez Rufo. Escritor
(www.gomezrufo.net)