Crítica
INCURSIONES ONÍRICAS
Invertimos media vida en llenar el saco del subconsciente para luego pasarnos la otra mitad vaciándolo: esa idea, elaborada tras una interpretación libre del pensamiento junguiano, parece hacerse realidad en la pintura de Gerardo Pesqueira. La obra de Pesqueira reproduce esta segunda etapa -descarga del material inconsciente- en donde el lenguaje simbólico se vierte ahora al exterior recreado por el artista sobre el lienzo.
Afortunadamente es difícil catalogar el trabajo de Pesqueira como perteneciente a tal o cuál escuela pictórica. Afortunadamente, decimos; porque, si bien el artista se vale en su obra de todo cuanto recurso considere útil, ya sea inspirado en el surrealismo, en el expresionismo o en cualquier otra corriente, no se acomoda en ninguna de ellas y siempre trata de rebasarlas con una saludable labor investigadora. Así, fruto de esa actitud de búsqueda, toda meta se convierte inmediatamente en un punto de partida hacia nuevos objetivos plásticos. La pintura de Pesqueira, madura en sí misma, sigue, sin embargo, creciendo, y ello es una gran virtud que diferencia esta obra, insumisa e inquieta, de la de otros artistas (frecuentes por desgracia en nuestros tiempos) que tras haber alcanzado su cénit reinterpretan una y otra vez múltiples versiones del mismo tema.
En esta plasmación del lenguaje de símbolos del subconsciente en un medio físico tangible -la superficie de la tela: dos dimensiones -, salen a la luz evocaciones oníricas repletas de matices. Hay cuadros de exuberante vegetación pleistocénica cuyo tratamiento parece inspirado en los muralistas mejicanos, pero con una atmósfera propia de las regiones arbóreas del Planeta Mongo. Por contra -o complemento- hay extensiones mesetarias cubiertas de una niebla cristalina destilada a partir de la misma Tierra: diríase que su función es incubar las inquietantes formas ovoides que nadie sabe quién ha depositado allí ni qué tipo de vida encierran. Encontramos pinturas aparentemente sencillas pero cargadas de hermetismo: troncos macizos en los que uno tiene la impresión de que podría meter el brazo si se acercase lo suficiente: de nuevo la incursión en el sueño. Descubrimos seres robóticos que desvelan bajo su piel humana un esqueleto de engranajes. Y, como en un sueño, horizontes de la Odisea del Espacio generan planos paralelos entrelazados a distintos niveles. Brotan figuras con anverso de caracola y reverso de inusitada profundidad: cualquiera que se aventurase por esa abertura franquearía un agujero cósmico o se adentraría en el túnel del tiempo, mas no tropezaría jamás con la cara interna de un caparazón. En medio de un lánguido bosque (pero algo en él nos provoca una inexplicable alarma) se abre una senda para que una marabunta de hormigas tecnológicas, detritus de la civilización (el enemigo visible, en palabras del artista), avance como un río de lava sigilosa que a su paso va engullendo a la Naturaleza.
Introducidos en el universo simbólico de Pesqueira como espectadores y lectores, no tardamos en comprender que cada tela contiene una historia donde amoldar nuestra experiencia y reconstruirla de modo vívido y coherente. El autor nos propone participar en una aventura y nos ofrece un planteamiento; los valores personales, las expectativas previas, incluso el estado de ánimo del participante son, en definitiva, los diseñadores de un argumento adaptado a nuestras circunstancias a partir del primer esbozo. Con el concurso del espectador/lector la obra de Pesqueira es inagotable. No en vano recoge un legado subconsciente cuya transmisión comenzó en los antiguos mares que recubrían la Tierra. Quizá por ello, sin él saberlo, Gerardo fue marino antes que pintor; quizá por ello, desconociéndolo él, Gerardo se hizo pintor después de toda una vida en la mar.
Roberto del Río Meijide. Psicólogo, pintor e escritor.