Crítica
Cada una de las ocasiones en que uno observa y contempla pintura, como cualquier otro tipo de expresión artística, debe reflejar en su mente cada una de las particularidades que conforman el todo de una misma obra, y eso creemos que debemos hacer con esta nueva exposición de Pilar Pereiro. Y, si la ocasión nos lo brinda, hacer memoria de las exposiciones de esta mujer en el pasado. Sólo así podríamos establecer el principio de avance técnico, cultural y, en definitiva, la capacidad asimiladora que ha tenido a lo largo de estos años.
No debe existir ningún lugar para el halago ni para el adjetivo fácil que ayude a egolatrar, en este caso, a la pintora, pues con ello sólo contribuiríamos a crear una atmósfera ficticia que, a la larga, estaría desprovista de oxígeno que perjudicaría a todos y a ella la ahogaría en el mundo odiado de la falsa vanidad.
Como escribía en el primer párrafo, en el periodo de tiempo que separan esta exposición de la anterior, creo recordar que algo más de dos años, hemos observado una superación tanto personal como artística en Pili, y aunque las comparaciones en ningún momento deben realizarse en el mundo del arte, permítaseme una corta licencia para afirmar que el logro de esta pintora es innegable; sus obras, en un porcentaje muy elevado, pertenecientes al género del paisaje, adolecen de individualidades, lo cual nos hace reflexionar hacia una pintura finalizada como un todo. Cada una de sus composiciones alberga y demuestra que ha suprimido el ingenuo recurso de finalizar cada una de ellas por jornadas. Reflexionando un poco sobre esto demuestra que ha retenido una lección tan recomendada como exigida por sus dos maestros que, además, y escrito queda, son paletas indiscutibles en el mundo de la pintura gallega, me refiero a Ricardo Segura Torrella y Antonio Fernández, y si de estas palabras pudieran levantarse dudas, observamos detenidamente, entre el cuantioso número de paisajes, el tratamiento otorgado a los mismos onde en ninguno de ellos se escatima pigmento ni dibujo. No hay “cutrería compositiva” ya que todos ellos están tratados con el beneplácito de la ilusión y la soltura pictórica.
Pilar deja traslucir y reflejar sobre los soportes esa sensibilidad efímera y nada ostentosa de nuestros paisajes, prodigándoles múltiples juegos de luces y sombras, como si de algo de su aparente candidez, tan nerviosa como personal, se fuera en cada uno de los motivos. Ingenua y alegre, virtudes de buena persona, denota una honestidad pictórica que no necesita pronunciar palabra alguna, al igual que ella ha querido que sus óleos conversen con cada uno de nosotros con la sinceridad propia y visible de su buen quehacer pictórico.
Andrés Mosquera Rodríguez, Crítico de Arte (Marzo 2003)
Tras varios años exponiendo en diversos lugares de Galicia y Portugal, Pilar Pereiro ha dado el salto a la capital y lo ha hecho por la puerta grande, ya que su obra se ha podido contemplar en la Galería de Arte Blasco de Garay, de Caja de Madrid.
Su obra constituye un magnífico ejemplo de simbiosis entre el artista y sus raíces, ya que Galicia, su tierra, está presente de una forma u otra en cada uno de sus cuadros. Pilar Pereiro huye del rebuscamiento y de la conflictividad emocional; sus imágenes son de corte realista y de espíritu puro, si bien tras esa sencillez aparente, se esconde un gran dominio del dibujo, una sabia y delicada aplicación del color, y una fuerte dosis de sensibilidad.
De su mano nos vamos introduciendo en la tierra gallega, en sus gentes, en sus rincones más escondidos... escenas siempre plagadas de recuerdos vividos, de sensaciones que evocan momentos plácidos en lugares donde no parece existir la prisa.
Para ello recurre a una amplia gama de colores, donde los verdes, casi omnipresentes, dan juego a una luz que tiene algo de mágico, de onírico, a medio camino entre lo real y lo soñado. La pincelada es suelta y de cierta influencia impresionista, técnica muy acorde con el sentido de inmediatez, de atrapar la luz en el momento justo. Todo respira quietud, sosiego, paz; escenas de interiores, bodegones... y sobre todo, la naturaleza y el agua en perfecta armonía y recogiendo una espiritualidad teñida de melancolía.
Pilar Pereiro nos acerca esos pequeños paraísos perdidos que existen en Galicia, y nos invita a sentir, a través de sus ojos, la autenticidad, el encanto y la saudade de la tierra que le llega al corazón.
Cristina Rodríguez Lomba, Revista Crítica de Arte (Xuño 1998)
La cadencia del tiempo y el fluir de la vida, impregnada del color que desprenden paisajes y escenas cotidianas de Galicia, han hecho que la vocación pictórica de Pilar Pereiro se convierta en realidad.
Los diferentes pigmentos que impregnan los campos, la sonoridad del agua al correr..., evocan sensaciones y vivencias que la pintora plasma en el cuadro. Bodegones, paisajes y muñecas antiguas quedan inmersos en el lienzo alejados de cualquier representación de la figura humana, la cual sólo participa como mera espectadora.
El dibujo es la base principal de creación, que a su vez queda diluido en la pincelada de color, tratada con esmero y precisión. Sus bodegones recuerdan cierto clasicismo en los que la luz juega un papel principal. Los objetos inanimados transportan al espectador a un pasado, quizás a momentos de la niñez. Igualmente Pilar Pereiro trata muy bien las sombras que contrapone a ese foco de luz irreal proveniente del lateral, para crear volumen.
Sin embargo los paisajes de Pilar están imbuidos de cierta técnica impresionista, ya que capta el momento en el que participan los componentes causantes de ese instante de la naturaleza gallega. De ellos se desprende ensoñación, una soledad deseada que refleja en el cuadro. A su vez cuando el espectador se para a observarlos le transmiten calma y sosiego como visión emocionada de su vida.
El verde intenso, la piedra y el agua son los elementos constituyentes de la composición y el vehículo de diálogo con la pintora. A través de ellos Pilar Pereiro comunica paz interior intrínseca a esos paisajes. Con una perspectiva bien trazada nos acerca al cuadro invitándonos a participar del campo, a sentirlo y por qué no a vivirlo. Despierta una pequeña inquietud por esa infinidad que no vemos y que quisiéramos averiguar, como saber que se esconde más allá de lo meramente representado, pleno de color y sencillez, de comprensión.
Pilar Pereiro, pintora autodidacta, deja volar sus sensaciones para representar dibujo y color que se escapan de sus propias vivencias en el camino diario de la existencia.
Paloma Vargas, Revista Crítica de Arte (Septiembre 1997).
Hace ahora un año que nacía al arte una nueva pintora, dentro de lo que pudiera llamarse escuela paisajística ferrolana. Pilar Pereiro surgió de las aguas pictóricas, en venera plateada, como la Venus de Botticcelli. Sus Óleos sorprendieron por su sencillez y sinceridad. Su técnica no admitía complicaciones. su temática era la típica de paisajes rurales y urbanos, amén de las marinas, arenales, bodegones y muñecos antiguos de mirada para dentro que guarda los secretos de sus pequeñas amas.
El estilo de Pilar Pereiro es de fácil comprensión. Hoy parece que están pasando los tiempos de pinturas retorcidas e incomprensibles, como modas pasajeras y complacientes con todos los ismos. Gran parte de los pintores retornan hoy al realismo, incluso se sumergen en el hiperrealismo o en el realismo mágico de esa nueva escuela madrileña.
Pilar Pereiro es pintora figurativa, realista, con ligeros toques de neoimpresionismo. Domina la gama de colores, sobresaliendo los verdes y azules de sus paisajes, y los amarillos y anaranjados de sus bodegones e interiores.
Estamos ante una pintora compendio de características a veces aparentemente antagónicas: joven y veterana, realista y realizada, humilde y ambiciosa, serena e inconformista, firme y delicada, artista y artesana, aficionada al arte y profesional de Él.
Estamos ante una pintora que hará perdurar su huella de luz y color en el devenir de los años porque ella se siente, y nosotros la presentimos, como autora de unos Óleos que van mas allá del tiempo y del silencio del espíritu.
Robustiano Fernández Ballesteros, Asesor de Arte e Ex-Presidente da Sociedade Artística Ferrolana (Marzo 1996).
Cautiva, seduce este mar, estos cielos, estas nubes aquietadas, estos rincones labriegos, estos paisajes, todo este universo en el que se mueven los pinceles de la artista Pilar; este mundo, árboles, fragas, caminos vacíos del humano andar, sólo roto el silencio poético de sus paisajes por la romanza sin palabras de acordes vivaldianos.
Lo irreal se idealiza, se vuelve, se torna irreal, se ignora donde empieza y termina la belleza de sus pinturas, su secreta intimidad se torna de pronto azul en torno al ambiente cuajado de verdes y grises. El tronco y la rama, a veces desnuda de la caricia de la hoja, se eleva al universo de su mundo silencioso, casi se presiente mudo, en un pleno de acentos poéticos.
La técnica es grata de puro sencilla, nada hay en los paisajes de Pilar que desentone, todo está dentro de un acorde en do mayor, guarda un equilibrio de sonata mozartiana, todo tiene un orden, color, naturaleza, nubes, mar, arenas cálidas de sus playas vacías del humano, rocas marinas, olas estremecidas de vientos salobres, todo esconde sonidos de luz crepuscular.
Nada se confunde, se mezcla en un todo y tono barroco dentro de un secreto tonal que solamente la pintora nos pudiera descifrar.
Los verdes campean sobre sus lienzos con aire de marcha triunfal rubeniana, todo lo envuelven en guedejas acariciantes. Y con ternura sólo asequible a una mujer, muestra esos recónditos rincones labriegos donde termina un camino que se pierde entre piedras y maleza.
La pintura de Pilar acaricia, es sonora de silencios, revela un universo solamente asequible para los espíritus sensibles a la estética.
Pepe Galiana, Crítico de Arte de “La Voz de Avilés” (Marzo 1995)