Crítica
La Hoja de Valcárcel
Lo conocí en su propia casa. Un hogar polifacético como su propia personalidad. Es un artista que se vislumbra original y mas allá de su propia obra. Bastan unos minutos de conversación distendida para notar su visión diferente del mundo. Su creatividad la reparte entre su pintura, diseño gráfico e incluso en la distribución de las entrañas de su hogar. Más que una mera persona, es un personaje. Supongo que esas características de carácter son innatas al individuo y que se nace con ellas.
Una tarde, al final del verano, en ese ambiente bucólico y encantador de Allaríz, me prodigué en tratar de mirar detrás de sus cuadros. Incluso adquirí uno que me llamó poderosamente la atención. Pero de repente apareció ante mí aquella hoja mustia y amarillenta sola entre un gris negro de asfalto, que m e dejó, ciertamente atónito. Juan dice que su obra no es lo que vemos, si no lo que ven los ojos de quien contempla el origen de sus imágenes. Aquella hoja me decía cosas de soledad, de otoño impuesto, de nimia y absorta belleza. Me quedé frente a ella con la letanía de la duda en la explicación, y su perfil se ha quedado para siempre en mi retina, como una marca indeleble de identidad.
Hace unos años acudí de nuevo a disfrutar de sus cuadros. Todos alababan una lata de refresco aplastada sobre el suelo como elemento central, otros se recreaban en la fidelidad de las pinzas de colores o en las texturas de madera tan fidedignamente logradas, pero a mi me volvió a cautivar aquella hoja. La saludé en silencio como cuando saludas a quien bien quieres. Me contestó a su manera y me dijo que estaba mas hecha que cuando la vi por primera vez, mas madura. Aquélla hoja y yo hablamos una conversación fugaz e imaginaria que me llenó de una paz interior de gran calado. ¿Cómo se puede hablar con un cuadro?. Si nos atenemos a las explicaciones de mi admirado Valcárcel, yo no hablaba exactamente con la hoja, si no con los ojos de quien la miraba. Era como un irrealista soliloquio. La belleza reside en la subjetividad de cada quien, en la sensibilidad y en la suntuosidad del propio arte.
Me fui y esa hoja sigue en mi memoria. E la novela “La novia de Matisse”, su autor, Manuel Vicent, pone en boca de su protagonista, el marchante de arte Michel Vedrano las siguientes frases que dan algo de luz a mi obsesión por la hoja de Valcárcel: ...son los buenos cuadros los que educan la sensibilidad del comprador hasta convertirlos a el también en una obra de arte. Un buen coleccionista sigue un camino de perfección. Lentamente va depurando la obra a medida que afina el gusto y llega un momento que hace síntesis del genio del artista, el alma del comprador y el precio del cuadro, y entonces se llega a una cima exclusiva donde están las grandes piezas y allí incorporas tu nombre y te haces inmortal”. Por tu hoja Juan, siempre por tu hoja; a su salud.
Juan Carlos Rodríguez Casmartiño
J.Valcárcel es el nombre artístico que aparece en los catálogos del pintor de Tui que expone estos días parte de su obra en la sala Teucro de Pontevedra. J. De Juan. Juan Valcárcel es el nombre del profesor de Dibujo del instituto de o Carballiño (Ourense). Pese a todo él dice que es, por encima de todo, un artista: “No soy un profesor que dedica sus ratos libres a pintar, todo lo contrario, me considero un artista que cuando no está pintando, enseña”.
“Naturalezas muertas” es el título de la exposición que la Delegación de Cultura de Pontevedra incluyó en “Exposiciones itinerantes”, un proyecto de la Consellería que pretende dar a conocer la obra de las nuevas generaciones de artistas gallegos por la comunidad. Aún que algún ojo atrevido, enseguida le colgaría el cartel de autor “pop” o “realista”, ninguna de las dos etiquetas le interesan lo mas mínimo al de Tui. “De pop art, nada. Si acaso solo en la lata de Coca-Cola y en la señal de tráfico. Pero eso no tiene nada que ver. Yo pinto naturalezas muertas ¿ sabes cual es la diferencia entre las naturalezas muertas y los bodegones? Que los segundos plasman las cosas a las que se le supone vida, como frutas o flores, mientras que lo que yo hago son solo objetos”, dice. A continuación, el pintor especifica que el non solo se limita a dibujar cosas: “ Aunque tu veas objetos en los cuadros, lo que hago son los retratos de las personas que utilizaron esas cosas. Yo defiendo la teoría de que cuando usamos los objetos dejamos parte del alma en ellos. Por eso, busco dibujar el alma de esas personas”.
Eso por un lado. Por otra parte, está el realismo engañoso que se puede apreciar en sus pinturas. “No me gusta que digan que mis obras son realistas porque no lo son. Si te acercas mucho a mis pinturas no ves el trazo almibarado y perfecto de los realistas. Sólo ves manchitas. Si te acercas a mis obras la forma desaparece. Esa es la diferencia”.
Pero entonces ¿Qué es "Naturalezas muertas"? “Una muestra que recoge mis últimos trabajos y que constituye una selección muy interesante que sirve para repasar mi trayectoria. Se compone de dos partes. “Mirando al suelo” y “Naturalezas muertas” y contiene unas 25 obras”.
“Valcárcel, que también hace fotografía, se expresa contundentemente en cuanto a si el artista nace o se hace. Para él la formación es indispensable. “Pero que dices. El artista, por supuesto se hace. Es como decir que no todo el mundo puede aprender a leer y a escribir. Después, otra cosa es que no todos podamos hacer” Cien años de soledad”.
Belén López
Galicia cuenta en estos momentos con un excelente plantel de pintores, de entre los cuales destaca con luz propia Juan Valcárcel Obelleiro. Natural de Tuy y por motivos personales establecido en Ourense, donde está dedicando su vida, no sólo a difundir la calidad de su saber como profesor, sino a investigar nuevas tendencias a través de las viejas, lo que le convierte en un pintor de vanguardia.
Si Bruegel representa la disparidad humana, el Greco la espiritualidad huyendo de la materia; Picasso, la creatividad imparable; Antonio López el estudio meditado llevado a la pintura... Valcárcel representa el devenir del alma a través del tiempo con sus “maletas”, que no son meros contenedores de cosas, sino el envolvente del alma humana en el largo peregrinar a través del tiempo. La maleta es el nexo entre el pasado y el futuro, es nuestro rastro, la esencia que perdura en el objeto, la que nos vincula a un tiempo y a un espacio por el que los que han de venir sabrán de los que se han ido.
Valcárcel navega, a través del arte figurativo que se baña con la realidad, con la intención de recuperar una belleza a la que no estamos acostumbrados a percibir. A través de su tratamiento, el artista nos obliga a mirar más allá del objeto y alcanzar su auténtico sentido. El objeto es la excusa idónea para demostrar la transición entre tiempos y espacios diferentes. Al igual que el viajar continuo del hombre arrastra experiencias individuales y a la vez colectivas, así también la maleta representa el mismo rastro singular y a la vez común.
El pintor nos ofrece en cada cuadro una visión diferente aun jugando con el mismo tema; no existe repetición posible, pues cada obra es única en sí misma y esa es la cualidad inevitable que la transforma en arte. El artista se deja dominar por su razón, en la que cobra gran importancia el proceso mismo, donde el trabajo personal y continuado provoca que nada sea casual, aunque nosotros así lo creamos. Somete el concepto con su detenido análisis, traduciéndonoslo y logrando que lo que vemos es lo que él desea y lo que pensamos es parte de su meta final; sin embargo, durante este proceso no existe una manipulación, sino un juego “obra/espectador”, un juego visual y conceptual a través de este arte figurativo en donde el tema se subordina a la técnica para darnos una ilusión: creemos saber completar la obra, y, en la distancia, reconocemos esas “naturalezas muertas”, pero al acercarnos para comprobar su realismo, nuestra percepción varía, la pincelada otrora completa, se vuelve mancha y la realidad suprema se desvirtúa.
Valcárcel como artista, investiga con el “objeto/maleta/persona” para alcanzar ese entendimiento “artista/espectador” con el que logra dar una visión lógica desde su ilógica presentación. Los detalles son notas que alcanzan a componer una sonata a través de nuestra percepción y el pintor como educador nos facilita el camino para lograr ese fin.
Este artista gallego que defiende la visión cosmopolita de su entidad, busca técnicamente lograr la corporeidad de la mancha, la justificación de la línea, el juego del color y sobre todo, el absoluto poder de la luz. La luz que se transforma al incidir en la “Naturaleza muerta” reviviéndola. Pero ¿hasta qué punto son Naturalezas muertas?; “Naturaleza muerta” es la definición teórica del conjunto inanimado, pero en Valcárcel este conjunto posee una luz vital que resbala por él, lo vivifica y autonomiza, consiguiendo el equilibrio entre el lleno y el vacío, entre el color y la neutralidad del fondo, entre la obra de gran formato y el detalle...
Estamos ante la obra honesta, de un trabajador incansable del arte, que no busca la admiración en ese absoluto dominio del dibujo, sino en la sensación de domeñar la luz, el color y el significado. La obra expuesta respira autenticidad en esa pincelada suelta, sin maniqueísmo ni agarrotamiento, exhala una exploración personal, por lo que es justo afirmar que posiblemente estemos delante de la obra de uno de los mejores artistas gallegos del momento.
Fátima C. Fernández Gómez , Licenciada en Arte Contemporáneo e Museoloxía.