Crítica
Dicen que la pintura de Andrés Conde es una explosión de color, dicen también que es una continua sorpresa temática; unos y otros coinciden en su libertad. Es lo mejor que se puede decir de un artista.
Victoria Fdez. Nóvoa, Pintora.
Conde aborda una temática imaginativa buscando composición y color y, por supuesto, un sentido estético de la pintura que trabaja con mimo, con cuidado, con afecto especial que dan la clave de posibilidades futuras serias.
Alvarado, La Región.
Aunque no es mi forma de expresión la escritura, no podía negarme en este caso a hacerlo para hablarles de alguien que no necesita presentación.
He pasado cinco años trabajando con el amigo Andrés en el difícil quehacer de la obra gráfica, donde ha realizado desde las técnicas tradicionales hasta los procedimientos más novedosos. Haciéndonos entrega sin titubeos de su fuerza expresiva, demostrando una vez más que lo importante no es el medio sino el resultado final.
No es Andrés de los que se conforman con lo hecho, va más allá, componiendo un auténtico rompecabezas de formas del que sale victorioso. Las piezas son como un reto a sus medidas, grandes como su mundo interior, donde se conjugan sus gustos y preferencias. Son como el pez nunca capturado con el que sueña y nos lo entrega en bandeja de plata y colores.
No tenemos ante nosotros al pintor que reproduce su obra sino al artista que domina los dos oficios. Disfrutemos de su entrega.
Raimundo Orozco, Director do Taller Experimental de Gráfica "Mezzotinta".
Aquel encuentro fugaz derivó en invasión del alma, aquel accidente, en algo irrenunciable, aquella circunstancia, en esencia un poco de sí mismo. en la pintura, ANDRÉS CONDE experimentó cada latido de ese viaje fantástico que parte del hallazgo ocasional y concluye en pasión irremediable. Ahora, tras muchos soliloquios ante el lienzo, rompe la atadura del silencio y presenta su primera muestra en solitario.
De los modos definitivos de este orensano, residente en Vigo, aún no puede hablarse, porque su juventud convierte cualquier apuesta en temeraria. Pero hay claves, signos, lenguajes que asoman y se desperezan tras este desnudo, ese paisaje, aquel bodegón de los que integran su obra, destellos de su intimidad a través del óleo.
Por ejemplo, el reinado de la luz sobre la tela; esa luz que entra a raudales, en borbotones sobre el lienzo. O esa búsqueda de lo emotivo en el ambiente, como si prefiriera la creación de un clima al diseño del objeto, la impresión a la disección de la forma, el impacto global al orden descriptivo.
El calor de sus desnudos, en esa suavidad de trazos con que cuida las formas femeninas; la atmósfera especial de sus paisajes, como si su particular sentimiento lírico se proyectara sobre los ambientes de la naturaleza, quizás más mediterránea que gallega; el cromatismo gradual de sus bodegones, en expansión armoniosadesde la parte al todo.
Manchas efectistas, pinceladas a veces agresivas como en esas marinas de olas gigantes que estrellan su poder contra las rocas, pero también la caricia alada del pincel sobre la tela. Naranjas, rojos, azules... hay en su obra un protagonismo de lo cálido en el color, a lo que a veces se entromete, sin permiso, la osadía de algún frío.
En Andrés Conde aún hay mucho que decir. Sólo hay que estar a la espera.
Fernando Franco