Crítica
GEMMA MARQUÉS, RETRATISTA
En el ambiente casi íntimo de la bodega de su padre, también pintor y prestigiado, Gemma Marqués, joven licenciada en nuestra Facultad de Bellas Artes, expone un puñado de los retratos que recientemente ha pintado. Son rostros de familiares, y de amigos. Hasta alguno hay de esos que antaño se llamaban “áulicos”, que vienen a ser como la inevitable concesión al modelo que encarga y paga, siendo el artista, por tanto, menos libre y veraz, sujeto como está a las indicaciones de su cliente.
Poquísimos son los casos de pintoras retratistas en la historia del arte. Los notables podrían contarse con los dedos de una mano. No más que las italianas renacentistas Sofonisba Anguissola y Artemisia Gentileschi. Entre nosotros habría que destacar a la tan poco conocida como gran pintora Carmen Legísima, ourensana que en Vigo vivió y falleció. Bastarían los retratos familiares que firmó para reiterar su capacidad de captar caracteres e interesar al espectador, más allá de la personalidad del retratado.
Gemma Marqués sigue una estética tradicional en el género, con el aderezo de una intemporalidad deliberada, de raíz romántica. Modulaciones suaves, difuminados al modo del tradicional y clásico “sfumatto” italiano. Entonaciones doradas y fondos no más que insinuados, con escasas o nulas referencias, de manera que sea el rostro el que se enfatice en la pintura.
Género difícil y verdadero, del que España es primerísimo valor en el panorama internacional, con los ejemplos máximos de Velázquez, Goya, Carreño, El Greco, y más cerca, los Madrazo, nuestro Sotomayor y el inmenso Vázquez Díaz, el más señero e innovador.
Pero, como vemos, no hay mujeres. Algún retrato apreciable hizo la lucense Julia Minguillón, como es el caso del de su amigo el escritor Francisco del Riego, hoy, por su generosidad, en el acervo municipal vigués. Cuando acertaba, que no era siempre, son espléndidos los de Laxeiro. Mas, en país de tan abundante nómina pictórica femenina, los dedos de una mano sobran para contar las que firmaron retratos dignos de estima. De ahí que pongamos ilusión en dar noticia y hacer inicial elogio de Gemma Marqués, que recoge un testigo plástico bastante abandonado por estos pagos, sencillamente porque Galicia, frente a Cataluña o Valencia, careció de burguesía estable que encargase retratos, pintura que algo tiene siempre de exceso de autoestima por parte de quien la encarga.
Fue Velázquez quien supo que su modelo el papa Inocencio X, cuyo retrato es un ejemplo mundial máximo del género, dijera al contemplarse sobre la tela: “Es demasiado verdadero”. Porque verdad en parecido, en carácter debe tener un retrato, sin despreciar, por eso, la calidad pictórica.
Gemma Marqués quiere ser verdadera, basándose en firme dibujo y sobria paleta. Si continúa tan firme como ha comenzado, tendremos sin duda, y por fin, una retratista.
Pablos