Crítica
Jesús Calabuig-Prado, unido en la vida y en el arte, es un artista que, como es lógico, inquiere y se influencia de formas actuales. Pero lo trascendente en la acción de su trabajo, en la ordenación de su pintura, no es apartarse de las leyes fundamentales de la plástica, sino, fieles a su estado de ánimo se sitúan en un sano equilibrio para hacer un arte vital. Por consiguiente, no sublimizan los conceptos estéticos, cualesquiera que sean, como fin absoluto, sino que funcionan, en el proceso de la creación, el espíritu y la pasión. De ahí ese equilibrio entre contenido y forma que emana de sus cuadros.
R. Martínez Díaz, Catedrático de Paisaxe da Facultade de Belas Artes.
Toda la vida del pintor es contemplación. Y puesto que de, alguna manera éste crea una cosmogonía personal del mundo que se le declara, podemos encontrar en la obra de Jesús Calabuig-Prado un paisaje yo diría en algunos momentos casi fantasmal, donde abundan y se combinan los ocres, los verdes, los blancos, y se escucha una voz vegetal que grita el mar, la nieve, la luna, el campo, y el camino… Una pintura en síntesis, que va siempre ascendiendo hacia lo alto en una búsqueda de cumbre y perfección.
Mª. Luz Castro, Catedrática de Lingua e Literatura Españolas.
El paisaje, la forma de tratarlo es lo que puede inquietar más al espectador, puesto que hay como un doble paisaje y por ello una doble manera de endopatizarlo, de hacerse con él a la vez de que el escenario natural entre por su propio pie, en la sensibilidad del artista y en su propio yo.
El paisaje mediterráneo, dispuesto en varios planos y cada plano en un matiz cromático con el empleo de dorados, verdes, violetas sensibles, tonos que sirven para recortar las profundidades, hacer crecer las cepas en los abancalamientos, delimitar los árboles. Parece un paisaje sintético, luminoso a la vez, visceralmente humano y telúrico en el que las piedras, los guijarros, las motas de verde roturando un espacio consiguen magnitud y vida.
Por su afincamiento en Galicia, por su matrimonio en estas deliciosas tierras con la también pintora María Teresa Prado, Jesús Calabuig vuelve sus ojos hacia unos verdes oscurecidos.
El oficio de catedrático y del hombre sensible a la belleza adquiere un primer rango. No sabremos si este paisaje mesetario o mediterráneo, lucense, es inventado, soñado. Es, incluso el mismo paisaje sobre el que el artista insiste una y mil veces, como tantas veces, como siempre suele ocurrir.
Adrián Espi Valdés