Crítica
Un paseo por la nostalgia
La primera vez que Esperanza tuvo una conversación conmigo, lo hizo a través de su pintura. Tardé dos años en conocerla, alguno más en saber como era la mujer y hoy empiezo a intuir que vivencias se escondían detrás de aquellos cuadros que ya eran una equilibrada combinación entre el dominio de la técnica del dibujo y un interesante mundo de creación interior.
Esperanza Lema recrea un nuevo entorno utilizando su paleta; detrás de un estilo que entonces califiqué como figurativismo romántico, está la fuerza de su plasticidad, el equilibrio de la composición cromática. Lema Bouzas resuelve con brillantez cuando, olvidando el dibujo, deja que las gamas se armonicen y disientan en el lienzo. Su paleta se hace dueña del cuadro y es en esa dictadura cromática, sobre todo entre los verdes y ocres otoñales donde esperanza retrata en un instante una realidad que ya era hermosa y que para ella es casi siempre nostálgica. Sus obras transmiten una cierta melancolía por los paisajes de Lema nunca transita la gente y, muchas veces, se detectan algunos lugares que parecen pertenecer a su entorno más íntimo, aquel que persiste idealizado en su memoria. En ellos la pintora despliega su fuerza poética y desafía a la misma naturaleza reinventando sus contornos.
Hoy sé que Esperanza pinta con intermitencias, a veces por soledad, otras presa de una actividad frenética que la lleva a expulsar, a través del pincel, todo lo que fluye en su interior. Es en esa contradicción donde se mezclan la artista y la mujer. Lema Bouzas es una pintora de contrastes. Se diluye entre las nieblas y se presencia firme en los perfiles, se deja llevar plácida y violenta en los trazos llenos de materia. No parece la misma en todas sus obras, aunque mirando cualquiera de sus cuadros se pueda reconocer a Lema Bouzas. Su pintura transita, se mueve pendular. Esperanza compone, y lo hace de la misma forma que vive, a veces “piano” y otras “forte”.
Ariana Fernández Palomo
El artista, el plástico, inventa el paisaje, sencillamente por que interpreta la naturaleza. El mundo entorno, esa realidad circundante, envolvente, ambiental, abstraida, deviene en paisaje, que es, al fin, un estado del alma.
Galicia es una naturaleza cambiante. La luz, fugaz, brumosa, etérea, parece inmediatamente aprehensible, y sin embargo es esquiva. Por eso es preciso que el pintor la vea con los ojos del alma, para retener lo efímero y transformarlo en constante.
Esperanza Lema Bouzas, ojos sagaces, alma sensible, recrea la naturaleza, porqué está hecha de la inasible materia en lo espiritual. Ve, observa, medita. Rumia. Sí, porque grises, verdes, rosas, verdiblancos y grisedorados son tonos que es preciso sorprender en una fugacidad y perpetuarlos después de ser interiorizados.
Quizá nada en estos paisajes es testimonio absoluto. Y, pese a ello, aquí está Galicia, intemporal, eterna y efímera, paradojas del sentimiento. Aquí es un mundo propio desde una peculiar sensibilidad. Es posible tras la contemplación de muchos amaneceres, de auroras rosadas, de crepúsculos violáceos.
(…) Pintura para sorprender al espectador y para dialogar con ella, larga y pausadamente, en el orgullo íntimo de su posesión.
En cada uno de estos paisajes está un largo oficio de pintora y un girón del alma de quien los creó, con el grafismo alado del verso medido que testimonia con el color. (…)
Francisco Pablos
Lema Bouzas utiliza el paisaje de una forma altamente sofisticada para crear composiciones fuertes, y para hacer exploraciones del espacio, como puede verse en una expléndida figura de un camino rural que serpentea al lado de una puerta rústica. Lema Bouzas tiene una visión romántica de la naturaleza y una pincelada que a uno le hace pensar en las de Van Gogh. Así sus pinturas poseen una gran energía y pasión con verdes colinas y campos dorados llenando lienzos, bañados por una radiante luz solar.(…)
Claude LeSeur, Art Speak, New York.