Crítica
PEDRA DE NÓS NO CAMIÑO
Con luz de pedra o tempo fixo os corpos
da xente no camiño.
En movemento inerte,
desprendidos
da tarde máis lonxincua.
Son ruína
ou amor permanente,
cinza
que labra voz mortal.
¿De que materia exacta, con que vento das mans
foron feitos os corpos transitorios
que non van a ningures?
De terra a música
con que silencian o segredo branco,
a noite dunha cifra incalculábel.
Somos nós,
pedra viva da tarde ventureira,
entre a nada de nunca
e o absoluto final.
Xosé María Álvarez Cáccamo
A MULLER ADÚLTERA DA PRAZA DAS PRATERÍAS
(Meditacións ante un cadro de Alfredo Erias)
Muller fiel á memoria, sideral e telúrica,
custodias, desafiante, a caveira ceifada
do amado, no colo -relicario de seda-
onde o esposo-verdugo mandou depositala:
a condena, beixala dúas veces cada día,
e beberes no cáliz o fel da misoxinia-.
Ti ansiabas ser libre, amiga, e nas entrañas
sentires os Misterios do amor, e non a farsa
de esponsais acordados sen ninguén escoitarte,
(mais naciches, amiga, da estirpe de Eva,
e era o voso destino renunciar á tenrura,
serdes un instrumento de servizo á liñaxe,
reproductores úteros, repudiadas se estériles,
e nin sequera dignas de posuírdes alma).
Pero non te venceron. Nada hai no Universo
que en ti poida borrar a presenza do amante:
lembras cada recanto do seu rostro perfecto,
a mornura dos cánones que ao oído muiñaba
bebendo nas túas palmas as palabras sagradas.
Era o que aloumiñaba, na noite, os teus cabelos,
vernizándoche a pel con anacos de ceo
co resplandor inxel e azul do vagalume;
o de brazos ou hélices que aventaban a angustia
e arume de magnolios inhalaba
nos teus seos unxidos con mel de estalactitas;
o que contigo foi unicidade cósmica.
O amado que saía a conquistar crepúsculos
nos que ti te engruñares, fermosísima e lánguida.
E arroiaba nas mans as estrelas que amaba
para abrollaren fontes nas que ti humedecerte.
Aínda que os gardiáns de ortodoxias infames
de estandarte puxéronte de conducta lasciva,
eu contémplote, amiga, como deusa matriarca,
como a divina Isis que ao luminoso Horus
-na seara do seu ventre- protexe do maligno;
eu contémplote, amiga, como airada Medusa,
-ofidios por cabelos-, de ollada que traspasa
-como o fulgor intenso das alboradas árticas-
e transmuta en pedra aos seres desalmados
(aínda que percibo, no mar das túas pupilas
-de atlánticas xerfas-, harmonías tristísimas).
E ofréndoche o pan e os froitos da Terra.
E por iso David para ti tanxe a cítara
(porque só os poetas comprenden o que sentes:
que Amor é poderoso, máis que a Morte que o leva).
Carlos Pereira Martínez, 15 de setembro de 2005
EL OJO RECUPERADOR
A lo largo de la vida los gestos cotidianos, anónimos, imperceptibles se han agarrotado al cuerpo. Y la evocación también es de piedra. Los descendientes la han adosado a los capiteles y pórticos, a los arcos y pilares, a los contrafuertes y bóvedas. A lo largo de los siglos escultórica crónica para los descendientes. Pétreos eventos de excepción, ceremonias de mármol que inmortalizan las encrucijadas humanas convertidas en ritual. Se ha interpuesto la piedra, sinónimo de tiempo al estadio final del polvo.
Escultórico quehacer de Cronos, inaprensible mortalidad de ademanes y oficios. Repetición de los ritos, de los hábitos. En piedra o mampostería se reportaba el peregrinaje, los sucesos. La contorsión de la queja, el mohín del miedo, el prurito del servilismo o el orgullo, la mueca del desdén. Los pueblos con sus ceremonias y fiestas. Dibujo o caricatura de hombres y mujeres encarnando las versiones de la edad media
gallega, en estas gentes que Alfredo Erias convoca de nuevo con su pincel de luz infrarroja en un efecto de íntimo revelado. Aquí con arcos propios y miniados sin
oropimente pero con azafrán, cobaltos, fucsia y verdes, acentuados los rasgos arqueológicos, la majestuosidad del románico preserva cierta inocencia respaldada en la
elementalidad del trazo.
El edificio moral representado en una cabeza de calavera sobre las rodillas de la mujer escarmentada, en las fauces apocalípticas que devoran la muchedumbre de condenados o el halo lumínico de los escasos salvados. El bosque umbrío en la representación de la
caza, hombres armados de lanzas y perros. La viveza del mercado y el jolgorio de la plaza en los músicos y sus instrumentos, en los acróbatas. El presagioso contraluz de iglesias, claustros y oratorios en los escuetos retratos de santos, obispos, jueces. Las estructuras y fortificaciones, palacios y catedrales percibidas con su total monumentalidad en las imágenes de damas o princesas, caballeros o reyes. Toda una arquitectura emanando de los roles humanos. El huroneo del arqueólogo convertido en pintor hace hablar de nuevo la edad media entresacada de lo escultórico y en la sala
mantiene su origen de piedra, la misma fijación, la misma rigidez de forma. La historia sigue siendo contada por la piedra pero en la tabla. Desciende de los capiteles, las
columnas, los contrafuertes, aristas, pilares, arcos y pórticos y se instala al nivel del espejo. El espectador distingue un asunto argumentativo en semejante fidelidad
del pincel a la piedra. Aquí no hay una historia pasiva, hay un reporte crítico de los poderes, los espurios juicios humanos, el guiño supersticioso a las fuerzas naturales,
el trato con un dios que privilegia o condena, la prolongada edad de piedra de la conciencia humana.
Son polvo en gesto, arte fugaz. Son túmulos compactos en el rito. Humanidad irremisiblemente disuelta en la muerte manifestada en el estatismo de los retratos mostrando la ondulación del camino, su danza. El ojo recuperador del historiador actualiza el empecinamiento del drama humano, le da otro espacio de contemplación.
ESCULTURA DE TIEMPO
Entre los acontecimientos
o las encrucijadas sorpresivas
imperceptiblemente
al cuerpo se agarrotan los gestos
trazan un devenir o una caricatura.
¡Ay las máscaras que dosifican
el tributo a la piedra!
Ninguna ciencia, ninguna modernidad
ha escamoteado el rito único:
polvo -carne- polvo
Lenguaje que se vuelve eco
rostro convertido en mueca.
¡Ah qué talla la del tiempo!
Por generaciones el ademán insiste
persiste el mohín del prurito,
se contorsiona la queja,
en los capiteles se retrata el miedo.
Ejercicio de la muerte en altares
inmortalizado.
Y la dicha y la devoción
sólo momentos.
El camino es el escenario
para el oficio único
apócrifo en la espina de las edades.
Entre santos, héroes o bufones
muda el viajero de atavío
sus rutas cambian ceremonias
por caricaturas
bajo la luz infrarroja del revelado.
Ángela García, 3-IX-2006.
VIAXEIROS
(Xentes de Alfredo Erias)
Extensión erma.
Chegan visitantes polas portas do vento.
Falan as cadeiras vacías.
Un xinete enloitado impasíbel avanza.
Devalan as bandeiras
na baixamar da lúa.
Ídolos perdidos,
sobre da area húmida
silenciosos velan.
Quixéranse semente ou lume,
orballo irisado...
¿Cómo retratar ausentes?
Transparencia,
forma de brisa, perfil de pomba,
limpo susurro de onda.
Música antiga do mar
nas osamentas...
Outras persoas, outros seres
dos que nada coñezo.
Pasaxeiros da eternidade,
habitantes do olvido.
Silente clamor ardoroso.
A resaca, o límite, o desexo.
A mesma pomba xirando as azas,
o golpe das azas enliando estancias.
Os mesmos seres,
corpos no cilicio.
A nocturna compañeira
antes da alba. Despedida.
Óxido que nos habita.
Isto é o que fomos,
pegada esluida nunha praia
remota;
isto o que somos,
pedra que se esfarela,
area, vasos de nostalxia.
Indefinido espazo,
limbo quieto sen enigma
e sen certeza.
Fugaz é o tempo,
o seu resplandor efémero.
Abandonámonos. Perdémonos.
Viaxeiros.
A barca, a garganta, o sono.
Xulio L. Valcárcel, 25 de setembro de 2005.