Cristina de Llano, 5 de Maio de 1993
Óleos de José Castro Dopico na Sala da Asociación de Artistas da Coruña
Si tuviera que definir en pocas palabras la obra pictórica de este artista coruñés, diría que el método, el dibujo, la luz y la sensibilidad poética que de ella emana son sus principales atributos. Pintor figurativo, de su mano nos introducimos en un mundo de luz y paz. Aquella baña el lienzo con una claridad diáfana. Brilla y reverbera con sutiles y delicados toques, se mueve libre y envuelve silenciosamente al espectador invitándole a penetrar en el cuadro y desvelar el secreto que muestran sus paisajes. Estos abarcan una amplia temática; caminos y corredoiras, rincones boscosos, testimonios mudos de viejas ciudades, marinas, etc. Todos ellos nos cuentan una breve historia: la del pintor enfrentado a un bello rincón, que recoge en el lienzo con mimo y cariño y que ofrece al espectador en toda su realidad. Pintor veraz, definido con un neoimpresionismo, en su quehacer pictórico se dan la mano el dibujo de eco académico y la pincelada suelta, atrevida, espontánea, pero siempre sometida a la voluntad directora del artista. Con ello ajusta la técnica y elabora composiciones equilibradas y armoniosas, donde la profundidad adquiere un importante valor y es tan cuidadosamente elaborada como el primer término. La sobriedad define sus bodegones. Sencillos pero nunca pobres sus elementos son sabiamente escogidos y manejados con acierto, asomando un lirismo casi ascético. Su sensibilidad no sólo le lleva a penetrar en el espíritu de la naturaleza, y así lo demuestran sus retratos. Estos son un testimonio de su fidelidad al modelo, su profesionalidad metódica y reflexiva, y su capacidad de penetración en la psicología del retratado. Creo que lo mejor que se puede decir de este artista, es que está en su obra y ésta llega directamente al espectador. En su caso se hace cierta la vieja máxima: Una imagen vale más que mil palabras. Y aquí están sus imágenes y que estén muchas veces.